Ferrari

Tomo el siguiente artículo de Raquel Ferrari (http://rferrari.wordpress.com/) , quien tiene un interesante blog sobre psicología:
Es posible que antes de conocer las explicaciones técnicas sobre lo que un trastorno límite de la personalidad es, la pareja o el familiar de un afectado por TLP estuviera bastante confuso acerca de su conducta.-

Si la persona con la que convive se da cuenta de que necesita ayuda y busca un tratamiento se puede ayudarlo/a a encontrar el más apropiado. Pero si culpa por todos los problemas de la relación al otro y contínuamente critica o es física, sexual o emocionalmente abusivo en algún sentido, aún por omisión, la táctica ha de ser distinta.-

En general no surte efecto el señalarle que es posible que sufra de un TLP, ésto suele desencadenar más críticas o incluso alguna conducta autolesionante.

No es posible obligar a a nadie a cambiar su conducta. Es necesario un mínimo de consciencia de enfermedad , vivido sin culpa. El problema es que en la mayoría de los casos la persona afectada por un TLP no es consciente de que sufre un desorden de la personalidad, solo usa los mecanismos que ha utilizado toda la vida.-

Alguien que afirma querer “ayudar” a un TLP generalmente quiere decir que busca cambiarlo. Esto suele no ser viable- las personas solo cambian por sí mismas-.

Quizás sea más útil reflexionar sobre estos ejes:

1) ¿quiero continuar en este estilo de vida’ ¿como me ha afectado?

2) Algo de lo que he hecho ha servido aunque sea por un día para mejorar la situación?

3) Si no: ¿por qué continúo con la misma estrategia?

4) Si sí: He sido yo quién ha contribuido al cambio o ha sido el otro que tomo la decisión de cambiar juntos?

Estos son las habituales conductas que el partenaire del TLP utiliza:

1) Trata de entender las razones que esgrime el TLP para actuar como lo hace

2) Busca entender las emociones que mueven al TLP como justificante de las consecuencias

3) Suele amenazar con abandonos que no cumple

4) Olvida su propia vida. Organizar la de su pareja es lo prioritario. Si siente que lo logra es casi feliz

5) Piensa que la persona que eligió para formar pareja en su día, es la verdadera y que es capaz de cambiar estas conductas alienadas solo si encuentra la fórmula correcta, porque la verdadera personalidad era la que conoció.

6) Suele ignorar las conductas que siente como inaceptables, basándose en que nunca se hubiera enamorado de alguien así; concluyendo que lo que pasa no debe ser tan grave o no está pasando. Así se convierte en partícipe necesario de la continuidad de la conducta patológica.-

7) Busca cambiar en la dirección que le marca el TLP hasta lograr el equilibrio. Cree que si no lo logra es por un error personal.

Rompe la relación y vuelve cuando el/ella acepta que cambiará. Repite ésta situación por años.-

9) Finaliza no hablando de nada, deja de hacer comentarios y evita que el TLP conozca su verdadera idea sobre la dinámica del problema y sus diarias consecuencias, esconde algunas acciones del día a día a parientes y amigos.-

10) Suele suceder que el partenaire de un TLP sienta que es realmente amado y que el problema es que el otro no es responsable por sus conductas.

En resumen:

La forma más efectiva de ayudar a una persona afectada por un TLP es parar la continuidad del síntoma. Y eso no es posible desde adentro de la relación ( a menos que se trate de un menor). Aun así es posible influenciar la conducta del menor pero casi imposible controlarlo.

El trabajo del partenaire de un TLP es conocerse a sí mismo para actuar de acuerdo a los PROPIOS valores y creencias .

Visto desde este aspecto tan desalentador. ¿que es lo que puede llevar a una persona con TLP a buscar ayuda? En general las personas alteran sus conductas cuando asumen que los beneficios de hacerlo superan los obstáculos para el cambio. De cualquier manera el elemento detonante del pedido de ayuda suele variar. Para algunos , la situación de vivir en un torbellino afectivo se transforma en insoportable y supera el miedo al cambio, que es el elemento más importante. Para otros, se trata de asumir el efecto que sus acciones tienen en su hijos o de lo que pierden relacionalmente por sostenerlas.

Luego: quizás sea más útil actual como un “espejo” más que como una “esponja” : en este caso parecería que se busca cubrir ese sentimiento de vacío que rodea a su pareja y si no logra se crea un sentimiento de culpa. El espejo en cambio, no absorbe la imagen sino que la devuelve: “esto logras con lo que haces, esto te pertenece”.-

Es bueno recordar que : EL VACIO PERTENECE A LA PERSONA QUE SUFRE EL PROBLEMA Y NO AL noTLP y solo el paciente puede solucionarlo.-

Finalmente:

Trate de no quedar atrapado en la red de acusaciones, demandas imposibles y críticas que recibe. En lugar de empaparse de la patología ajena, busque mantener el propio sentido de la realidad sobre lo que el otro dice o hace. Devuelva el reflejo de lo que recibe a su dueño/a. Si es necesario trate de expresar y desarrollar confianza en que la otra persona puede aprender a manejar sus propias acciones y sentimientos y controlar sus impulsos.

En ese contexto su rol es el de SOPORTE, mientras dejamos claro que el afectado por TLP es el único que puede recuperar el locus de control interno sobre afectos y reacciones: “Esto no se hace””esto me daña”, ” con esto pierdo en lugar de ganar”.- Mostrarse en las acciones propias como alguien que tiene una línea límite, que no está dispuesto a a soportar algunas conductas, comunicarlo y mantenerlo es la mejor de las ayudas.-

Es posible que sea necesario tomar medidas para protegerse o proteger a los niños (si los hay), no porque está acusando o catalogando al otro sino porque está valorando sus propios sentimientos y necesidades.-

Estos pasos pueden incluír simplemente decir NO.

Es probable que conocer y actuar según los propios límites ayude a entender que el único que puede cambiar es uno mismo, y eso incluye a ambos miembros de una pareja disfuncional. Una relación es un sistema y una estructura: si uno de los elementos cambia la estructura se modifica.-

Los recursos terapéuticos deben ser solicitados por el que lo considera necesario y administrados por profesionales entrenados. Cuando alguien toma consciencia de estos puntos y deja de sentirse responsable por la conducta del TLP, comienza a sentirse mejor, a mirar más claramente el contexto global, a priorizar y en definitiva recién en ese momento, puede avanzar hacia el equilibrio del problema.-

Bibliografía:

Kreger, Randy: “Walking on eggsshells”

¿Como convivir con un TLP?

Casi un año desde la muerte de mi madre

Ha pasado casi un año desde la muerte de mi madre.

Y sólo he visto a mi hermana una vez, de refilón, durante menos de cinco minutos, en el funeral de mi tío.

El último post que incluí aquí lo hice el día de su cumpleaños. Ha sido casualidad. Aunque seguramente un psiquiatra diría que las casualidades no existen, que es nuestro subconsciente el que decide las razones por las que me he desconectado de este blog. Pero la realidad es mucho más simple, y menos poética: Me temo que no tengo tiempo de hacer nada más que trabajar y trabajar. No leo nada que no sea de trabajo. No salgo casi. No posteo. No hago nada excepto trabajar, comer y dormir.

Hace casi un año de la muerte de mi madre y aún tenemos sin resolver el problema de la herencia. Ahora parece ser que el problema es el reparto de los muebles y objetos. Obviamente no hay tal problema, sino que es la sinrazón de mi hermana queriendo hacer el máximo daño posible. Y parece ser que lo único que se le ocurre para ello es ralentizar y torpedear la resolución por todos los medios que encuentra a su alcance.

Hace ya mas de dos meses que le envié un documento en el cual hay un listado de los bienes, realizado por mí. Ella puede incluir todo aquello que yo haya olvidado, o puede modificarlo como considere oportuno. Le propongo que cada una hagamos una lista con el orden de preferencia de los bienes incluidos en ese listado y que después se asignen los bienes a cada una, de manera que sorteando a quien se le adjudica el primer bien, los siguientes se vayan adjudicando alternadamente a una y otra, siguiendo el orden especificado por cada una en la lista de preferencias. Es un sistema simple, y sobre todo es justo.

Pero parece ser que no le gusta. La contrapropuesta que envió su abogada es que se tasen los enseres y muebles, que me los quede yo, y que le compense económicamente a mi hermana. ¡IMPRESIONANTE!. Pretendan que yo compre los muebles de mi madre. En vez de centrarse en el reparto de los bienes disponibles y en qué le interesa de ello, no se le ocurre nada mejor que decir lo que quiere que YO haga. IMPRESIONANTE. IMPRESIONANTE. IMPRESIONANTE. Tanta ruindad y mala baba me ponen enferma.

Mi abogada paró la propuesta en seco. Le dije que por mi parte no hay problema en compartir el coste de una mudanza para que traslade los bienes que mi hermana elija desde la casa de mi madre a una de sus casas. Y de esto hace más de diez días. Y de momento no hay respuesta.

Todo ello no es más que una maniobra dilatoria de mi hermana, cuyo único objetivo es dificultar todo para hacerme la vida lo más dura posible. Ya se que suena a locura. Y así lo es, pero no locura mía por creerlo, sino la de mi hermana por actuar así. ¡Cuanta energía perdida, desperdiciada sin producir felicidad y sin producir nada positivo para nadie, y especialmente para ella!. ¿Qué puede pasar por su cabeza para comportarse de semejante modo?. ¿Qué puede creer que le he heco para que sea capaz de dedicar su energía a fastidiarme a mí, y para que encuentre más gratificante a nivel personal el fastidiar su propio bienestar económico si el resultado es que yo sufro?.

Nunca entenderé ese tipo de comportamientos. Me quiero demasiado a mi misma como para hacerme semejante daño, como para basar mi felicidad en el daño ajeno, incluso aunque fuese alguien que me hubiese hecho sufrir. No lo concibo. Soy incapaz de alegrarme de que a alguien le vaya mal o de que sufra. Sea quien sea. Eso nunca me podrá hacer feliz. No lo entiendo. Y menos aún lo comprendo en mi hermana.

lose-lose situation

Tomado de wikipedia:

Una situación donde no es posible ganar, también llamada una situación perder-perder, es aquella en que una personas tiene varias opciones de elección o actuación, pero en ninguna de ellas se alcanza una ganancia neta.  Por ejemplo, imaginemos que un verdugo le ofrece al condenado a muerte que elija si quiere morir colgado, fusilado o ejecutado por garrote vil. El condenado claramente tiene opciones, pero ninguna de ellas le conducen a nada positivo. Cualquier que sea la opción de elija, el condenado morirá. Un caso real y dramático de situación lose-lose se realizaba en el medievo. Se trataba de la demostración de si una mujer era bruja o no. Ataban con una cuerda a las posibles brujas y las lanzaban al agua. Si una mujer era bruja podía pedirle al diablo que la alzase y salvase de ahogarse. Así que si alguna flotaba la quemaban por brujería (el diablo la había salvado). El resto se ahogaban demostrando su inocencia de esta manera. Un buen modo de acabar son las mujeres díscolas, feministas o  incómodas, ¿verdad?.

Hay un virus con el nombre lose-lose, que consiste en un juego que, al jugar con él, se. «come» los ficheros del ordenador. La única manera de no perder es NO JUGANDO. Muy alegórico el virulento que lo haya fabricado.

Hay varias películas en las que se muestra la guerra como una situación perder-perder. La única manera de no perder en una guerra es «no jugando».

Hay canciones que tratan sobre las situaciones en las que la salida es siempre de pérdida.

High functioning-low functioning

Ayer, recordé la metáfora de «andar sobre cáscaras de huevo» y decidí buscar en google con esta frase en inglés, a ver qué salía. Acabé en una web sobre el trastorno límite de la personalidad que no conocía. A estas alturas creí que había visitado todas las que hay, así que fue una sorpresa. La página se llama www.bpd411.org. Está en inglés y es una web de «convivientes» o «supervivientes» de la convivencia con una personas que sufra trastorno límite de la personalidad.  Imagino que a las personas que sufren este trastorno y estén en tratamiento no les gustará nada esta web porque el perfil que da de las personas con trastorno límite de personalidad es muy crudo. Pero yo sinceramente me he sentido muy reflejada en muchos de los aspectos que trata.

Desde esta web he transitado a la web de la Dra. Kreger, que se llama www.bpdcentral.com. Imagino que ambas web tienen una relación fuerte, aunque esta web me ha gustado menos que la anterior. Casi parece la web de una librería, ya que tiene muy poca información libre y en cambio vende un montón de diversos libros sobre el tema. Muy americano todo, ¿verdad?.

De ambas webs ha habido varias cosas que me han interesado mucho. Una de ellas es el concepto que denominan como «low functioning-high functioning», que básicamente quiere decir lo siguiente:

Los trastornos de personalidad consisten en una distorsión o en un comportamiento disfuncional que causa problemas y dolor a quien lo tiene y a los que se relacionan con esa persona. Cuando el grado de distorsión de la realidad, o el comportamiento disfuncional que esa persona muestra son muy grandes y/o problemáticos, las personas con quien contacte, tanto cercanas como circunstanciales, perciben rápida y fácilmente que esa persona tiene un problema grave. Estas personan normalmente no pueden trabajar ni llevar una vida normal. A las personas que muestran este grado de trastorno se les denomina «low functioning BPD persons». Es una etiqueta horrible, ya que está directamente dirigida a etiquetar a las personas, y no a identificar y etiquetar el trastorno. Sus familiares tienen un trabajo muy duro para apoyarlas e impedir que se dañen a sí mismas. Pero el lado positivo para ellos es que encuentran la comprensión y apoyo de toda la sociedad porque el problema es obvio y transparente para todos.

Pero en muchos casos la persona que padece el trastorno no es disfuncional socialmente. De hecho, puede realizar su trabajo sin grandes problemas, y en algunos casos incluso puede hacerlo de un modo exitoso y centrado. Sin embargo, en privado muestra una distorsión de la realidad y unas estrategias emocionales que impiden una relación sana con alguno/s de sus allegados, haciéndoles la vida un infierno, empezando por su propia vida. A las personas que muestran este tipo de comportamiento «tapado» se les denomina «high functioning BPDs». Nuevamente, horrible etiqueta. 

La superación de un trastorno límite «high functioning» es muy difícil ya que el trastorno está tapado a los ojos de la inmensa mayoría de las personas. Al familiar que padezca los envites de rabia, malos modos, crítica y difamación de la persona con trastorno límite de este tipo le resulta muy difícil contarlo y que le crean, ya que la persona trastornada tiene una fachada que tapa «lo que va por dentro», lo cual sólo sale en privado. El familiar difícilmente puede hacer nada por ayudar, y encima se encuentra totalmente incomprendido y sin apoyo social. En estos casos, la persona trastornada emplea una miríada de estrategias disfuncionales para soportar su angustia interior, tales como la proyección, la manipulación, la mentira, la difamación,… Todo vale. En muchos casos la persona trastornada crea en su cabeza situaciones que no han existido, y se las cree. Cuando a una de estas personas se le quiere hacer ver que tiene un problema y requiere ayuda terapeútica, generalmente «revierte» ó «pervierte» la situación, diciendo que el problema lo tienes tú. Y desde luego es mucho más probable que seas tú, una persona sana, quien acuda a buscar ayuda terapeútica, a que lo haga él/ella. De hecho, la mayoría de personas que acuden en busca de ayuda terapeútica son personas sanas, sin trastornos o enfermedades, que se enfrentan a situaciones emocionalmente difíciles, que no saben abordar solos.

Si contamos lo que ocurre a los amigos o familiares comunes, la persona con un trastorno límite «high functioning» mentirá, se inventará cosas sobre nosotros y nuestro comportamiento, y dirá que somos nosotros quienes necesitamos tratamiento psiquiátrico. Si la situación llega a requerir de abogados (divorcio, separación, otros) la manipulación y difamación debe ser esperada. Hay que tener mucho cuidado y preparar pruebas por delante, sin avisar, ya que de otro modo nos hundirán.

El trastorno límite no es «blanco o negro». Es decir, una persona no es high functioning o low functioning, sino que estará más cerca de uno u otro extremo. Mi hermana, no me cabe duda, se encuentra mucho más cerca del «high functioning» que del «low functioning».

Hay otro aspecto acerca del comportamiento «borderline» que detallan en estas webs y que me ha llamado mucho la atención, ya que yo lo he observado en mi hermana, pero no sabía explicarlo. De hecho creo que no he escrito nada sobre ello en ninguno de los artículos que llevo incluídos en este blog, simplemente porque es una «percepción» difícil de concretar. En las webs dicen que las personas con trastorno límite necesitan vivir en «el caos», por lo cual cuando hay una discrepancia de criterio sobre un tema del día a día, o sobre cómo solucionar un problema, ellas van a «dinamitar» cualquier posible acuerdo. Si sienten que se está llegando a un punto de acuerdo o consenso emplearán la estrategia de sacar a colación un problema anterior no solucionado, de lo cual además culparán a la otra persona, y pretenderán que ahora se aborde ese problema antes de cerrar el anterior. O bien sacarán a colación una discrepancia sobre algo importante, de la cual saben que no hay posible acuerdo. Con ello, la negociación que casi estaba a punto de cerrarse queda «dinamitada» y sin alcanzar un acuerdo. Si estos recursos no fuesen suficientes para evadirse de llegar a un acuerdo, acudirán a la estrategia de perder-perder. Es decir, propondrán acuerdos o impondrán situaciones en las que la otra persona, decida lo que decida y haga lo que haga, sólo puede perder. Esta pérdida puede ser social, de imagen, económica, de condiciones de vida, o de cualquier otro aspecto que sea importante para el bienestar de la persona.

Me ha resultado clarificador ver este último punto descrito en estas webs, ya que mi hermana ha usado esa estrategia en varias ocasiones, como cuando la única alternativa que me dejaba era poder ver a mi madre «de visita», o estar de lunes a viernes en cas de mi madre sin ver en toda la semana a mi familia. Eligiese lo que yo eligiese el resultado siempre era perder-perder. Se cerró a discutir ningún otro tipo de acuerdo para cuidar a mi madre. Ella fue capaz de sacrificar todos sus fines de semana obligándome a mi a estar allí cinco días seguidos. No era un situación razonable ni para ella ni para mí. Estoy segura que en su cabeza ella pensaba que yo actuaba buscando lo que era peor para ella. Pero no era así, sino más bien al contrario. Y esta misma estrategia es la que está usando actualmente para no llegar a ningún acuerdo en el reparto de la herencia:  No responde a mis propuestas. Ella no propone nada. Llevamos 7 meses con el tema parado. La única opción que me deja es ir a juicio. Y este es precisamente el juego perder-perder: Yendo a juicio perderemos las dos dinero, mucho dinero. Pero además como seré yo quien la lleve a juicio, ella lo empleará como descrédito ante mi familia y sus conocidos, para perpetuarse como víctima de una hermana malnacida. Así que para ella, la tremenda pérdida económica que puede significar ese juicio y el estar embarrada en el mismo no son importantes. Para ella lo importante es que yo pierda, todo vale con tal de que yo pierda. Muy clarificador.

Tirar la toalla

Me temo que no puedo hacer nada. Mi hermana es mayor de edad y vive con su pareja desde hace más de 20 años. Quizás ese haya sido el mayor problema. Que esa pareja se «escaquea» cada vez que mi hermana pasa por una crisis. Desde luego es una postura más cómoda que hacerle frente al problema.

Ahora tenemos que repartir la herencia y gracias a Dios hemos cogido cada una una abogada, así no caben interpretaciones torticeras ni conversaciones tergiversables: hay dos personas ajenas que son testigos de cómo transcurren los hechos. Pero me temo que la distorsión de la realidad en su cabeza es de tal calibre que su abogada ha tirado la toalla y está dispuesta a dejar que la llevemos a juicio. ¿Y porqué a juicio?. Porque no responde a ninguna propuesta de reparto enviada por mí. Y puedo asegurar que son propuestas abiertas y no abusivas, con reparto al 50% de acuerdo con la tasación de bienes realizada por quien ella eligió. Llevamos así 6 meses. No responde a mis propuestas, y tampoco propone ella ningún reparto.  Le  hemos solicitado hace más de un mes que proponga algo. Y como no ha enviado nada, lo último que le hemos enviado es una nota de que o responde/propone algo o iremos a juicio.

El tono en que su abogada habla de ella a mi abogada me hizo incluso llorar. Había que leer el tono del correo electrónico en que su abogada le pedía a la mía que le llamase por teléfono para contarle oralmente lo que no podía ponerse por escrito. Le contó que mi hermana se debió poner fuera de sus casillas, nos insultó a mi y a mi abogada y debió de decirle a su abogada que nos iba a denunciar . Obviamente no hay nada que denunciar. Ella se ha montado en su cabeza que yo (y mi abogada) somos sus enemigas.

Yo no quiero ir a juicio para repartir una herencia en la que no hay conflicto de reparto, pero si no responde no sé que más puedo hacer. No puede quedarse este tema en suspenso porque además hay gastos de mantenimiento de los bienes y hay que tomar decisiones. En verano fue un tormento el tomar decisiones sobre un arreglo de fachada, todo a través de abogadas. Y después hacer frente a un pago muy grande de nuestro propio bolsillo, simplemente por no haber tomado una decisión de reparto. No puede nadie imaginar lo que he llorado por las noches simplemente al imaginar que tengo que llevar a juicio el reparto de esta herencia. De hecho, no se si nadie puede imaginarse lo que estoy sufriendo desde que se murió mi madre y estoy alejada de mi hermana. 

He hablado con la poca familia que me queda (un primo cercano) para pedirle que hable con la pareja de mi hermana y le convenza de que vea a un psiquiatra….. pero resulta que mi primo y su mujer dicen que ellos no han visto comportamiento trastornado alguno en mi hermana, excepto cuando sale mi nombre. Entonces «echa chispas». Pero eso no es indicativo de trastorno, dice  mi primo. Según él, las relaciones entre hermanos son distintas a las demás  y todo es posible en ellas… Curiosa idea proveniente de un hijo único. 

Según deduje de la conversación con mi primo, mi hermana, de acuerdo a lo que ella tiene en su cabeza, ha debido contar todo tipo de historias sobre mí. Así que, lo que le he contado a mi primo lejos de servir para que mi hermana vea a un médico, va a servir muy posiblemente para que yo haya acabado desacreditada ante los ojos de mi primo, y este se aleje de un supuesto «conflicto entre hermanas». Y según deduzco de esa conversación con mi primo,  mi hermana ha debido interpretar cada cosa que yo he hecho o dicho durante los cinco meses de enfermedad de mi madre como acciones destinadas a «fastidiarle» a ella. Nada más lejos de la realidad y de mis intenciones en cualquier caso. Ha sido capaz de interpretar el hecho de que yo le llamase porque el médico decía que mi madre se moría, como una acción para hacerle suspender un examen que tenía al día siguiente. Ha sido capaz de interpretar que preguntase si podía llevarme un puñado de cenizas de mi madre como algo destinado a fastidiarle a ella. Prácticamente cada decisión o acción que yo haya realizado en esos cinco meses ella la ha interpretado como algo que he hecho para fastidiarla. Incluso cuando la acción en realidad le beneficiaba, ella en su cabeza tergiversaba la situación para ver que le fastidiaba.

Pero desafortunadamente todo esto sólo lo se yo. No hay testigos de esta paranoia. Yo no voy contando este tipo de cosas a conocidos de ambas. Y a la única persona a quien se lo he contado, mi primo, ha oído una versión diferente antes de la mía, la de mi hermana. Y es posible que crea lo que ella le ha contado y considere que yo soy un mal bicho. Y en cualquier caso, lo que es seguro es que no quiere involucrarse.

Así las cosas, lo siento, pero he tirado la toalla. He perdido a mi madre, a mi hermana, y al resto de familia que me quedaba. Es el momento de mirarme el ombligo y tirar adelante con mi propia familia.

a vueltas con la envidia

Busco y leo. ¿Qué es la envidia?. Creo que la mayoría de las personas no tenemos claro de qué se trata hasta que la envidia nos aplasta.

La envidia no es desear los bienes o bondades que tienen los demás y de los cuales tú careces. Eso no es más que un deseo normal y esperable en un ser humano que se sabe capaz de mejorar y conseguir lo que le parece bueno.

Un ligero inicio de envidia es «el mirar mal» a quien tiene algo que nos gustaría tener. Pero incluso eso no es más que un indicio ligero de envidia, no es la envidia.

La envidia es el deseo de destruir en el otro aquello de lo que tú crees que careces. Es el considerar que el otro tiene lo que debía ser tuyo. Es posible que se envidien los bienes materiales, pero no es el objeto habitualmente envidiado. Se envidia el caracter, la valía personal, la capacidad de ser uno mismo, y en general las características personales de una persona. Por añadidura, se envidia todo lo bueno que en cada caso concreto tenga la persona envidiada, sean bienes materiales, sea la familia, sea lo que sea. Pero el objeto que despierta la envidia son las características personales, de las cuales el envidioso siente que él mismo carece y se siente incapaz de alcanzarlas. Y como se siente incapaz de alcanzarlas, desea destruirlas para no verlas.

La envidia conduce a la perversión. El envidioso tergiversa y manipula la realidad para justificar internamente y externamente sus sentimientos. El envidioso se autoengaña haciéndose creer a sí mismo que el envidiado ha conseguido los bienes materiales, relaciones sociales, etc, porque se lo han regalado, y que la razón por la que él mismo carece de ello es porque el otro lo tiene. En realidad lo que no soporta es ver que él mismo carece del caracter y características personales que han conducido al envidiado a conseguir lo que tiene. Por ello, el envidioso difamará, manipulará, tergiversará y realizará otro tipo de acciones con el fin de destruir la integridad personal del envidiado, su felicidad, su caracter, su reputación, sus bienes materiales, e incluso su vida en casos extremos. El envidioso sólo se sentirá feliz cuando el envidiado sea destruido.

Esta es la conclusión a la que he llegado tras leer y leer, y tras analizar el comportamiento de mi hermana.

Agobio

Me cuesta respirar. Me siento agobiada. Me da miedo que mi cuerpo somatice completamente mi sensación interna.  Tengo tal cantidad de frentes abiertos que no sé por dónde empezar. La pérdida de 6 meses reales de trabajo, y prácticamente un año efectivo me está pasando una cara factura. Siento que he fallado a personas generándoles expectativas que no cumpliré. Es verdad que buena parte de estas expectativas no las he creado yo, sino que me las han impuesto, pero yo no tuve los reflejos suficientes para deshacerlas al inicio. La verdad es que pensé que podría con todo ello. Pero no es así. Ahora me siento tan colapsada y agotada que no llego ni siquiera a los mínimos a los que debo llegar.

Y por encima de todo ello me siento dolida por mi historia personal. Me duele haber tenido que contar a mi primo una parte de todo lo vivido con mi hermana para pedirle ayuda. Me siento cabreada. Cabreada porque no puedo evitar sentirme juzgada y mi versión se pone «en cuarentena» porque ellos ya han oído otra versión del asunto previamente. ¡Como si yo tuviese un interés especial en contar mi vida y manipular a los demás! Me siento terriblemente dolida cuando siento dudas en mis interlocutores. Siento que dudan de mi versión de los hechos, me da la impresión de que dan por descontado que no estoy contando una parte, la que correspondería a una escalada de hostilidad por mi parte. Escalada que yo no cuento porque no existió. Pero todo el mundo la da por supuesto. No son capaces de imaginarse que ante una provocación en lugar de responder y enfrentarte, busques una salida y huyas porque consideras que quien te ataca está mal y lo mejor es huir. No son capaces de imaginarse que mi hermana siente provocación por mi mera presencia, sin que yo haga nada, y que se pone agresiva, iracunda, me trata con malos modos. El resultado es que ellos dudan de lo que yo cuento, sobre todo porque no pueden imaginarse que nadie actúe como mi hermana lo hace. Y yo siento dolor porque además de aguantar la terrible situación en que he estado debo aguantar las dudas e incluso la incredulidad de mis interlocutores.

Además, me duele muchísimo saber que mi hermana habla mal de mí ante mi familia. Yo no he pretendido crear adeptos. No he hablado sobre ella hasta que no he visto otra salida para desbloquear el reparto de la herencia y evitar ir a juicio. Y entonces me entero de que ella se ha dedicado a hablar mal de mí. ¿Cómo me siento?. Espantosamente mal.

¿Cómo puedo sentirme cuando tengo que contar mi vida y mis sentimientos a mi primo, aspectos que para mí son íntimos y muy dolorosos, y en medio de mi narración me entero de que mi hermana ha estado contando «su» versión de esos hechos, no se con que finalidad. Yo no he hablado de ella a mi familia, ni de lo ocurrido durante la enfermedad y muerte de mi madre hasta ahora. Y no lo he hecho precisamente porque me parece falto de ética. No es éticamente aceptable contar este tipo ed cosas si no se tiene una finalidad de solucionar algo. Así que, lo he contado cuando no me ha quedado más remedio que hacerlo para solicitar ayuda. Ayuda para pedir que hablen con Ernesto para ver si es posible que Rebeca vea a un psiquiatra. Sus actuaciones últimas van cayendo en picado y de seguir así vamos a acabar en un juicio estúpido, y muy posiblemente en algo peor para ella. Pero, ¿Cual ha sido la motivación de mi hermana para hablar de mí?. ¿Que ha contado?. Obviamente no ha contado lo que yo he vivido. ¿Cómo se qué es lo que mi primo piensa de mí?. ¿Cómo se cual es la credibilidad que él da a lo que yo cuento?. Todo esto es muy doloroso para mí. No es una historia de «salsa rosa», no es algo que yo «airee» y manipule con oscuros fines. Mi finalidad y objetivos los expongo desde el inicio. No tengo interés en airear mi dolor ni en hacer adeptos. Sé lo que viví. Sé lo que siento y cómo me siento. No miento, ni cuento verdades a medias. No voy a contar nada si alguien puede creer que lo que cuento es una versión interesada, manipulada o a medias. Y no voy a arriesgarme a que no me crean. O a que me crean y permanezcan indiferentes. Eso sería incluso peor.

No entiendo porque, si mi hermana les ha hablado mal sobre mí, no han intentado contrastar nada conmigo. Son mi familia. Pero han optado por escuchar y no preguntar. ¿Porqué?. No lo entiendo. Me duele. Es duro y doloroso saber que te están poniendo «verde». Que están contando versiones sesgadas e irreales, de lo cual te enteras muy tarde y de refilón, y además desconoces exactamente lo que dicen. Es duro que encima de todo ello pongan en cuarentena lo que tú cuentas y tus intenciones.

Alguien dijo que los amigos se eligen, la familia te toca. Los amigos te dan calor, te creen, o si no te creen te lo hacen ver, te dicen cuando te equivocas. Es decir, los amigos toman partido y se involucran en tu vida para mejorarla. Pueden confundirse en ello, pero lo que no hacen es permanecer indiferentes.

La realidad es que me siento mal. Muy mal. Deprimida. Lloro. Duermo mal. Me siento agobiada. Mi hermana me difama. Emplea el tema de la herencia para intentar dañarme en todos los modos que se le ocurren. Yo tengo que sacar una oposición. Me han incrustado un mogollón de trabajo al que no me comprometí y del cual no sé cómo salir. Además estoy en medio de una situación entre dos personas en la que no puedo quedar bien con las dos partes, pero en cambio puedo quedar mal con ambas. El grupo al que debería dirigir ha hecho aguas, en buena parte por mi incapacidad de haber reaccionado a tiempo. Lo único bueno de esta situación es que creo que voy a aprender a marcar mis propios objetivos, a decir NO categóricamente, y a tomar las decisiones de manera temprana, aunque le duelan a alguien. Está siendo tan duro que no creo que vaya a volver a estar en una situación semejante nunca más.

¿Que es el odio?

Los demás parecen no considerar que mi hermana esté trastornada. Me desperté el sábado muy temprano con ello en la cabeza. Así que le pregunté a Javier a bocajarro: ¿Javier, tú crees que mi hermana está trastornada, o crees que es otra cosa lo que ocurre?. Se quedó pensando un momento. «La verdad es que su comportamiento no es el de una persona normal», contestó, y añadió «pero quizás no sea que esté trastornada. ¿No crees que el odio podría ser una razón suficiente para explicar  su comportamiento?».

Me pilló por sorpresa. No se qué es el odio. Nunca antes había sido consciente de que yo no odio, no se odiar. Me miro demasiado al ombligo, y me quiero demasiado a mí misma como para sentir odio. No sé exactamente qué es el odio, pero con total seguridad es un sentimiento que daña a quien lo siente y le conduce a resolver los conflictos por los caminos mas tortuosos y dañinos. 

Tengo miedo. Si mi hermana me odia no va a parar hasta haberme destruido, o destruirse ella en el intento.

Me duele mucho sentirme odiada. Odiada por mi propia hermana.

Marisa dice que mi hermana siente una envidia mortal de mí. Que eso es lo que le pasa.enidiosa

¿Qué es el odio?. ¿Que lo provoca?. ¿Se debe a algo externo que te daña y te sientes tan herido que necesitas destruirlo?. ¿O se debe a una especie de gatillo emocional que se activa y no eres capaz de pararlo, como parece ocurrir en las personas que sienten odio irracional hacia los negros, o los gitanos, o los judios, o hacia los rojos en la guerra civil…?. Mi impresión es que es así, que se trata de una especie de gatillo emocional que de algún modo se dispara y la persona se vuelve irracional e incapaz de controlar sus impulsos respecto de lo odiado. La verdad, es que ahora que lo pienso, no debe ser raro el «odio entre hermanos», ya que incluso hay una película con ese título. Pero no consigo entenderlo. ¡Me duele tanto que mi hermana me odie!.

¿Es el odio lo mismo que la envidia?. ¿O son consecutivos envidia y odio: se empieza envidiando a alguien y se acaba odiando al envidiado?. ¿Van juntos habitualmente?. ¿Son en realidad dos manifestaciones de una misma cosa?. ¿Son debidas a limitaciones o problemas inherentes a la persona que los siente?

Miro en internet: ¿Qué es el odio?. ¿Que es la envidia?. No lo encuentro, pero encuentro unas bonitas frases:

Tengo tres perros peligrosos: la ingratitud, la soberbia y la Envidia. Cuando  muerden dejan una herida profunda

Amén

Personalidades psicopáticas

Leyendo en internet me encuentro con el siguiente texto del psiquiatra Dr Marietan (http://www.marietan.com/material_psicopatia/descriptor.htm):

¿De qué manera se valora a un psicópata? Como respuesta dice que » son aquellos anormales que sufren o hacen sufrir por su anomalía».

Concepto: La personalidad psicopática se da en individuos que deben satisfacer necesidades especiales y para ello hacen un uso particular de su libertad, valiéndose de códigos propios y utilizando a las otras personas como cosas.

El contenido de la web es muy interesante y leo una buena parte de los textos que contiene, sobre todo los descriptivos de los síntomas.

Me parece que una buena parte de lo que se dice en esa web sobre las personalidades psicopáticas se le puede aplicar a mi hermana. Así que he rellenado el cuestionario del Dr Marietan y se lo he enviado. ¡Me ha respondido en un ratillo!. Me dice que un psicópata es una persona especial y que lo que yo relato no se corresponde a ello, sino a un trato duro entre hermanas.

Conclusión, mi hermana es UNA INDESEABLE MALNACIDA, UN MAL BICHO cuyo objetivo es joderme a mí la vida.

Pero según parece no debe estar loca. Sinceramente no me cuadra, pero ya que todo el mundo se empeña en mantenerlo está claro que la equivocada debo de ser yo, que la maldad existe, y que mi hermana es una mala persona de las de novela.

Mi testamento

Hendaya,  a 21 de Noviembre de 2010

Anoche lloré. Me duele mucho el desprestigio al que parece estar sometiéndome mi hermana. Me horroriza pensar en las joyas de mi madre subastadas al público. Empiezo a creer que mi hermana es una narcisista de libro y como no ha logrado dominarme intenta destruirme. Estoy asustada. 

Hoy me he levantado temprano y me he puesto a repasar lo escrito ayer con el fin de enviarlo al blog. Pero en cuanto he iniciado la lectura me han venido a la cabeza mis hijos y he recordado que mañana iremos Javier y yo a hacer testamento. Así que, en vez de releer lo escrito ayer me he dedicado a redactar una página en la que se indica claramente a quienes dejar de tutores de nuestros hijos en caso de que muriésemos siendo ellos menores de edad. Este tema lo hemos hablado Javier y yo en más de una ocasión, y tenemos una decisión clara tomada. Mientras lo estaba redactando he pensado que podía incluir también cómo deben repartirse los bienes en caso de desavenencias entre ellos, de mayores. Mi deseo es que ninguno de mis hijos tenga nunca que pasar por una situación como la que yo estoy viviendo. Así las cosas, he incluido el siguiente texto en ese escrito: 

1)      Si tanto mi pareja como yo hubiésemos muerto siendo mis hijos menores de edad, solicito que la tutoría de ambos no se le de en ningún modo a mi hermana, quien me ha demostrado estar profundamente trastornada, transformando mi vida en un infierno. Solicito que se le proponga hacerse cargo de la tutoría de ambos hasta su mayoría de edad a Juana Gutiérrez, que es la persona que les ha cuidado desde que nacieron. Si ella no se sintiese con fuerzas para aceptarlo, solicito que se lo propongan a María Moliá García en primer lugar, y a Jone Garagorri en segundo, ambas tías-abuelas de mis hijos. Si ninguna de ellas se sintiese con fuerzas para hacerse cargo de ellos, solicito que se lo propongan a mi primo carnal, Luis López Martínez. Si él no tuviese a bien aceptarlo, que se lo propongan a nuestra amiga Iratxe Bengoetxea.

2)      Reparto de los bienes.

  1. Usufructo del 100% vitalicio al otro miembro de la pareja.
  2. Si yo le sobrevivo a mi pareja, a mi muerte solicito que los bienes sean tasados y se repartan al 50% entre ambos hijos, de común acuerdo entre ellos. Si alguno de mis hijos hubiese fallecido a mi muerte dejando descendientes, serán sus descendientes quienes ostentarán su derecho en su lugar.
  3. Si hubiese desavenencias o no llegasen a un acuerdo, solicito que el reparto se realice de la siguiente manera:

                 i.      Dinero o bienes bancarios: Deberán ser repartidos al 50% entre ambos hermanos.

                 ii.      La/s propiedad/es inmobiliaria/s: Deberán ser tasadas por una empresa de tasación oficial. De acuerdo a ese valor, si alguno de los hermanos quiere alguna de las propiedades, tendrá derecho a quedársela compensando al otro en el 50% de su valor económico. Si ambos la desean, se realizará un sorteo con una moneda ante un notario. Cara para Iker, cruz para Julene. Si ninguno desea esta propiedad/es, se pondrá/n a la venta y se repartirá el dinero entre ambos hermanos al 50%. Si ambos hermanos no se pusiesen de acuerdo en la elección de la empresa tasadora o de la inmobiliaria solicito que sean empresas con sede en Irún, y que se elija aquella cuyo nombre sea alfabéticamente el primero de la lista.

                   iii.      Enseres, joyas y otros bienes: Mi hija mayor, Julene, realizará un inventario de las joyas y otro del resto de los enseres para lo cual dispondrá de un mes natural desde la lectura de este testamento. Al cabo de ese plazo deberá haber entregado una copia de este listado a su hermano Iker, quien lo revisará y en caso de que considere que faltan enseres o joyas a incluir, los incluirá en dichos listados. Los bienes de cada listado se repartirán de uno en uno entre ambos hermanos por selección alternada. Es decir, en un listado dado primero elegirá un bien un hermano, y a continuación elegirá el otro, nuevamente el primer hermano, y así consecutivamente hasta finalizar el listado de bienes: Ambos hermanos sortearán turno de inicio de selección del listado de joyas: Cruz para Iker, cara para Julene. En el otro listado iniciará la elección el hermano que haya sido segundo en la primera elección.

Con este texto pretendo que, si uno de mis hijos resulta estar trastornado o es manipulado desde fuera por alguien, haber dejado al otro un seguro de sensatez al que agarrarse para reducir las situaciones dolorosas, como la que yo estoy viviendo.

Un intento con mi primo

Viendo tan mal la situación, llamé a mi primo Luis y le dije que quería hablar con él. Me reuní con Luis y Marina el viernes, 19 de Noviembre 2010. Les dije que yo creía que Rebeca estaba trastornada y necesitaba tratamiento. Les expliqué por encima cómo había ido deteriorándose la situación desde Diciembre de 2009 hasta el día de hoy, y cuál era la situación. Les dije que yo creía que mi hermana estaba trastornada y que necesitaba tratamiento psiquiátrico Que me había tomado por su enemiga y su chivo expiatorio. Y que si no le ponía remedio ella iba a acabar mal.

Ambos me dijeron que con ellos Rebeca se comportaba normal, que no había ninguna señal que indicase que estaba trastornada. Únicamente cuando oía mi nombre saltaban chispas. Y que él creía que la reconciliación ahora mismo era imposible.

Me sentí muy sorprendida de que mi hermana tuviese ese comportamiento agresivo e inaceptable sólo conmigo. Dr Jeckill con algunos y Mr Hide conmigo.

Mi primo había creído que yo había contactado con él para que mediase entre mi hermana y yo para reconciliarnos. Y yo le estaba pidiendo que hablase con Ernesto para que la convenciesen de que buscase ayuda psiquiátrica. Y mi primo consideraba que mi hermana no tenía ningún trastorno. Non comment. 

Estuvimos hablando varias horas y fue instructivo el saber que mi hermana habla sobre mí. Y que habla mal de mí a mí propia familia, que es la suya. Muy mal según parece. Y como siempre, no hay ninguna pista concreta de qué es eso tan terrible que yo le he hecho para que ella hable mal de mí. Yo me siento mal por el tono en que oigo hablar sobre mi hermana a las abogadas, mientras que ella habla mal de mí a mi propia familia. Muy instructivo. Y muy doloroso. Desafortunadamente no me siento capaz de ponerme a hablar mal de nadie sin una razón concreta que sea constructiva. He contado a mi primo toda esta historia porque he considerado que quizás pudiese ser de ayuda. De no ser así no se lo hubiese contado porque me parece que nadie tiene porqué aguantar una situación semejante sin un objetivo positivo.

También comentó que mi hermana estaba empeñada en que había que hacer un inventario de todos los bienes. De todos. Él lo veía absurdo. Comenté que no entendía porqué le decía eso a ellos y no se lo comentaba a su abogada. Les informé de que yo había hecho un inventario, con fotografías de los bienes, y que estaba en un CD en el despacho de mi abogada, pero que no habíamos propuesto nada con los enseres porque suponíamos que lo lógico era esperar hasta ver qué inmuebles se queda cada una y así poder decidir realmente a qué muebles y enseres les puede sacar partido.

Y en varias ocasiones hizo comentarios sobre que sabía que Rebeca me intentaba “tocar las pelotas”. Eso me llamó la atención. Me comentó que yo debía entender que él no debía tomar partido. Le di mi acuerdo a esa idea. Pero, al final le dije que a mí no me apetecía estar con la familia porque tenía la sensación de que me ponían a la par de mi hermana en la generación de este conflicto, y no era así. Y que esperaba que él me entendiese a mí. No añadí que me hacía mucho daño sentir la duda de los que me escuchan. Ni tampoco que me sentía realmente mal sabiendo que habían estado oyendo hablar mal de mí, sin saber exactamente qué. La verdad es que me asquea.

Y ahora no acabo de estar segura de que haya merecido la pena contarles lo que les he contado. Por un lado ver la duda en los ojos de los que te escuchan es algo que no me puedo permitir. Me daña. Ya he sufrido bastante como para aguantar más. Y por otro, dado que les han hablado mal de mí, no sé realmente cómo me miran. Mi impresión fue que creen que yo soy una provocadora y tocapelotas como mi hermana. Me siento dolida y sin ninguna gana de estar con alguien que opine eso de mí.

A mi primo no le gustó la propuesta de hablar con Ernesto. No le gusta Ernesto. Al menos esa impresión me dio aunque él no lo dijo. En cambio propuso hablar con Rebeca sobre el tema de la herencia y de que no maree más la perdiz. Le dije que si lo hacía Rebeca le iba a meter a él en el saco de los enemigos. Me dijo que ese sería el problema de Rebeca.

Mi primo me dijo que teníamos que ir a Cantabria algún día a ver la casa y pasar el día. La verdad es que no me apetece. Ni eso ni nada con nadie de mi familia, o que haya estado en contacto con mi hermana. No sé qué piensan realmente de mí tras pasar por su rodillo.

Como conclusión con la que me quedo: No creo que vaya a servir de nada lo que he hablado con mi primo, y creo que mi hermana me desprestigiará de un modo más sibilino si él le habla de este tema. También creo que intentará desprestigiarle a él.

Cuesta abajo y sin frenos

Al día siguiente de esta reunión (miércoles 17 de noviembre de 2010) recibí tres correos seguidos de Viviana, entre los cuales me remitía dos correos de la abogada de Rebeca. En el primero de ambos decía lo siguiente:

Mi clienta me dice lo siguiente : esta pensando en quedarse con las propiedades de Plentzia – lo cual nos vendria estupendamente para hacer el reparto mas facil y no tener que pactar respecto a ventas futuras -. Sin embargo ,quiere llevar a cabo una nueva valoración por su cuenta y para ello me dice que quiere las escrituras . Por ello te ruego me las hagas llegar para ver si de una vez podemos avanzar en el tema .

Respecto a las fotos, veo que estan suponiendo el mas grave de los problemas, quisiera explicarte por telefono que es lo que dice esta señora , pero para ir avanzando y dado lo que me dice, creo que lo mejor es que los originales de las fotografias vuelvan a dejarse donde se encontraban y que ninguna de ellas hasta su reparto definitivo se quede con ninguna. Veo normal  lo que me decias que tu clienta quiera las fotografias donde esta ella , pero la mia ha resultado demasiado susceptible para poder convencerla de nada en este momento y debemos esperar a su reparto «oficial» . Por ello, como ademas hay copia de todas las fotos, con lo cual nadie se puede llevar ninguna sin mas, pues hay constancia de su existencia , como te digo , entiendo que lo mejor es que tu clienta las vuelva a dejar Donde estaban , porque si no veo que el mayor de nuestros problemas van a ser las dichosas fotos .

Espero estes de acuerdo con lo que te expongo y me hagas llegar las escrituras y digas a tu clienta que deje las fotos donde estaban, que ya las repartiremos mas adelante .

 Y un segundo correo en el que decía:

Me acaba de llamar la clienta y me dice que quiere todas las escrituras porque va a hacer una nueva valoración de todo y que quiere ver las fotografias , para lo cual creo que lo mas conveniente es que me las des a mi y yo se las enseñe y las vilvamos a guardar , porque tal y como veo las cosas si las dejamos en cas como te decia antes y falta alguna no vamos a llegar a ningun acuerdo por una tonteria .

Llamame si puees para que te comente mas especificamente la conversación que he tenido.

Estaba claro por el mensaje de la abogada de Rebeca que había algo más que comunicar o comentar que no podía quedar por escrito. Así que llamé por teléfono a Viviana.

De entrada le dije que no se molestase en fotocopiar las escrituras, que le diese todo a Rebeca, fotografías y escrituras. Viviana me dio las gracias por facilitar las cosas y me dijo que la abogada de Rebeca estaba hartísima. Que cuando le transmitió a Rebeca que si no proponía nada íbamos a llevarla a juicio, ella se lo tomó por la tremenda y le acusó a su abogada de estar amenazándola, y también debió decir algo de denunciarnos a Viviana y a mí ¿?¿?¿?¿?. Esto era lo que no se podía dejar por escrito.

Le dije que, en cuanto a que Rebeca por su cuenta pidiese nuevas tasaciones, yo no tenía nada que objetar si su objetivo era tener una segunda opinión antes de tomar una decisión. Pero que obviamente yo no iba a aceptar una nueva tasación. Habíamos realizado las tasaciones al inicio de Julio y estábamos a 17 de Noviembre. Había pasado muchísimo tiempo para expresar dudas respecto a las tasaciones, las cuales además habían sido realizadas por la inmobiliaria elegida por mi hermana y su abogada. Obviamente, si tiene dudas respecto de la validez de esas tasaciones está en su derecho de expresarlas, pero cinco meses después de haberlas realizado deberá exponer motivos muy fundados y proponernos a mi abogada y a mí algo consistente para que nosotras aceptemos una nueva tasación.

Viviana me dijo que la abogada de Rebeca le había transmitido esta misma situación a mi hermana. Y también le debió decir que no entendía porque no realizaba ya una propuesta, puesto que independientemente de las nuevas tasaciones que le den, todo se va a negociar de acuerdo a las antiguas tasaciones.

La verdad es que me quedé muy alarmada por el derrotero que parecía estar tomando el asunto en la cabeza de mi hermana. Parecía estar precipitándose en un abismo paranoico persecutorio. Y me dolía oir hablar de mi hermana en el tono y términos en que lo hacían las abogadas. Le dije a Viviana que no le tuviesen en cuenta esos comentarios, que mi hermana estaba trastornada.

Por otro lado, también pensé que este tema de la nueva tasación es otra excusa y cortina de humo de mi hermana. No creo que le interese lo de Plentzia, sino que creo que quiere lo de Algorta, pero no lo va a proponer abiertamente, ni siquiera a su abogada. Porque por encima de tener lo de Algorta o lo de Plentzia, o lo que sea que mi hermana quiera, su deseo y objetivo prioritario es fastidiarme a mí. Y parece ser que considera que retrasarlo todo lo máximo posible es de momento lo que puede hacer para fastidiarme, además de enviar mensajes insultantes.

Así las cosas, pensé que mi hermana estaba más trastornada de lo que yo creía y que realmente necesitaba tratamiento psiquiátrico sin retraso. Daba la impresión de estar dispuesta a liar la situación todo lo que fuese posible imaginar y que íbamos a tener que acabar yendo a juicio. Sólo de pensarlo se me encoge el estómago. Ir a juicio significa gastar en gastos judiciales diversos una buena parte del dinero que mis padres ganaron y nos legaron para acabar en una subasta de los bienes y repartir al 50% lo que se saque de la subasta. No puedo ni pensar en las joyas de mi madre sacadas a subasta. No lo deseo por nada del mundo. Pero si este asunto no cambia de dirección me temo que no va a quedar otro remedio.

Fotografías

El martes (16 de noviembre 2010) me reuní con Viviana, mi abogada. Le llevé el sobre de las fotos y las escrituras. Además le dije que le transmitiese a la abogada de Rebeca que retiraba mis propuestas y que quedábamos a la espera de que ella propusiese lo que quería. Hablamos de que este asunto tenía aspecto de acabar yendo a juicio. Viviana me pidió permiso para abrir el sobre y ver las fotografías. Creo que quería comprobar que no me había llevado nada valioso. Para eso había servido la respuesta de mi hermana, para que mi abogada dudase de mí. Viviana, tras ver las fotografías, me dijo que la abogada de Rebeca estaba muy harta de ella. Que su comportamiento le parecía irracional. Que no le hacía caso a lo que le transmitía como abogada. Que le había contado que había estado una hora discutiendo con ella por teléfono y que tras llegar a un acuerdo de cómo seguir adelante y colgar el teléfono, había recibido un correo electrónico en el que mi hermana se ratificaba en lo que había dicho al inicio de la conversación telefónica. Esto fue lo que ocurrió con el mensaje sobre las fotografías y las escrituras. Según Viviana me dijo, Marisa, la abogada de Rebeca, es una excelente abogada, de lo mejor que hay en Bilbao, por lo cual lo que le transmitía le ofrecía total credibilidad.

Viviana telefoneó a Marisa delante mío. Por como transcurrió la conversación estaba claro que todo era cierto. La abogada de Rebeca estaba más que harta de su clienta. El tema de las fotografías le resultaba incomprensible. Y el de las escrituras simplemente le parecía una estupidez. Como a las demás. Viviana le dijo que le haría llegar las fotografías y las escrituras, y que retirábamos nuestras propuestas, que no sabíamos cómo continuar con el tema y que si Rebeca no proponía algo sobre el reparto íbamos a ir a juicio. A ver si con esa presión encima tomaba alguna postura que condujese a algún punto. En estos términos transcurrió la conversación entre las dos abogadas.

Devolución

La respuesta a la consulta de mi abogada llega el 8 de noviembre (2010): tal y cómo han transcurrido hasta ahora las negociaciones, considero que debe devolver las fotos, escrituras y demás cosas que se haya llevado de la/las viviendas, previamente a continuar negociando.

En Julio, previendo que no iba a poder acudir al piso de Algorta en una buena temporada, cogí un sobre donde metí un grupo de fotografías familiares de cuando yo era pequeña y las fotografías de mis hijos que tenía mi madre. No quería que mi hermana tuviese fotos de mis hijos. Y de cualquier manera, legalmente, mientras no se resuelva el reparto yo tengo derecho a usar y coger cualquier bien, puesto que tengo derecho al usufructo del 100% de los bienes, al igual que ella. Las escrituras, obviamente, las había cogido cuando me las pidió la abogada para las tasaciones y para redactar el acuerdo de reparto. Ambas abogadas se habían puesto de acuerdo para hacerlo así.

El cabreo que yo sentí cuando leí ese mensaje fue mayúsculo. Estaba claro que su objetivo era ser ofensivo. Y lo consiguió. No dormí en toda la noche. Si realmente el objetivo de mi hermana hubiese sido otro, habría solicitado esas fotografías y las escrituras por su propia iniciativa, no ante el requerimiento de una respuesta a las propuestas, más de cuatro meses después de haber recibido la primera, y casi dos meses después de haber recibido la segunda.

El reparto de los bienes

Escrito en Hendaya, a 20 de Noviembre de 2010

De nuevo me siento con necesidad de escribir. Mi hermana parece tener como objetivo prioritario el hundirme, incluso por encima de sus propios intereses: morir matando!. 

Desde Julio tenemos la valoración de los bienes. Para mediados de Julio envié a través de las abogadas una propuesta sobre los bienes de Plentzia. A principios de Septiembre seguía sin respuesta. No es raro, pensé, con el desbarajuste del verano el tema se ha quedado parado encima de la mesa de alguna de las abogadas. Volví a enviar la propuesta, ésta vez más completa: De acuerdo a las tasaciones recibidas, indiqué que yo no quería quedarme con lo de Plentzia. O bien se lo queda Rebeca o lo ponemos en venta. Yo quisiera quedarme con lo de Algorta, pero si mi hermana también lo quiere, que se lo quede ella y yo me voy con dinero. Esa era mi propuesta, enviada hacia el 7 de Septiembre. 

Pasa un mes sin respuesta. Yo insisto a mi abogada en que les pida una respuesta, sea la que sea. Además le pongo encima de la mesa un nuevo tema, urgente: había una gran deuda acumulada con la comunidad de Plentzia, más de 8000 euros, que había que pagar urgentemente. Le solicito a mi abogada que le pase el problema a la abogada de mi hermana. Cómo había llegado a mí la resolución de este problema es otra puya más que mi hermana empleó para cabrearme: Un día de Septiembre Javier recibió una llamada en el móvil cuando estaba trabajando, diciéndole que había que pagar ya la deuda pendiente con la comunidad de Plentzia. Javier, obviamente, le dio mi número de teléfono a esa persona. ¿Cómo una persona de Plentzia, a quien ni siquiera yo conozco, puede tener el nº de móvil de Javier, quien no conoce prácticamente a nadie en Plentzia?. Una más de mi hermana, pensé. Me sentó mal y por ello le pedí a mi abogada que directamente le pasase el tema a la abogada de mi hermana.

Se resuelve el problema de Plentzia (pagar la deuda a medias) y Rebeca sigue sin contestar a la proposición de reparto. Pero no era así en realidad. Rebeca le había contestado a su abogada en un correo del 19 ó 20 de octubre, en el cual, incrustada entre respuesta a otros temas, decía en una escueta línea que cuando yo devolviese lo que me he llevado ella continuaría negociando. A las dos abogadas se les había pasado por alto esa línea. Yo la vi al inicio de Noviembre en uno de los reenvíos directos de correos de mi hermana a su abogada, que ésta me reenvió a mí directamente. La abogada de Rebeca tiene la costumbre de enviar directamente a la mía los correos que recibe de su clienta.

Le comento a mi abogada que se les ha pasado por alto esa información. Ella repregunta nuevamente a la abogada de Rebeca sobre la decisión acerca del reparto.

La imposibilidad de sentir dolor

10 de Junio de 2010

La distancia y la presencia de mi familia ayudaron a recobrar la sensatez y la capacidad de pensar con lógica. Primero caí en la cuenta de la torticera manipulación del día fatídico…el día del Yoga en la India, le llamo yo. Y mas tarde me vino a la cabeza el detalle de mi hermana con el crucifijo sobre el féretro, diciéndome que «Te recuerdo que ella era creyente». E igual que me ocurrió en la ocasión anterior, en esta ocasión la imagen ha venido acompañada de su correspondiente razonamiento: Si mi hermana realmente ella hubiese considerado que para mi madre la religión y sus símbolos eran importantes, lo lógico hubiese sido que hubiese llamado a un cura para que le diese la extremaunción, y no lo hizo. ¿Por qué entonces me «recordó» a mí que mi madre era creyente cuando pregunté por un simple crucifijo sobre el ataúd?. Cada vez me parece más claro que el objetivo de mi hermana todo este tiempo ha sido hacerme daño. No sé si en su interior ha habido algún espacio libre de rencor para poder sentir dolor por la muerte de mi madre.

El último contacto

26 de Marzo de 2010, viernes

El viernes mi hermana me llamó al móvil. No cogí. Llamó a Javier. Según él me cuenta ella estaba frenética y le hablaba en su intolerable mal tono diciéndole que yo había bloqueado la cuenta de mi madre para joderle a ella, y se había encontrado con que no podía sacar dinero para pagar a Giuliana. Gritó, profirió insultos contra mí. Javier le explicó que la cuenta hay que bloquearla por imperativo legal, y que previendo que el pago de Giuliana iba a ser un problema, él había hablado con Ernesto de que lo realizaríamos al 50% entre ellos y nosotros.  «¿Quien eres tú para tratar esto, tú no eres de la familia. ¡No te metas!», «¡Que se ponga mi hermana al teléfono!»»¿Porqué tienes tú que hablar con Ernesto de esto?. No es cosa vuestra» . Más gritos y acusaciones. Javier dice que todo su empeño era hablar conmigo.

A media tarde recibí un mensaje suyo en el móvil. Me decía que había pagado a Giuliana 2500 euros y que no había podido sacar más que 600 euros de la cuenta de mi madre usando la tarjeta. El resto del dinero no lo había podido sacar porque la cuenta estaba bloqueada, y que consideraba que deberíamos pagar a medias los 1900 euros restantes. «Otra de las de mi hermana», pensé para mí. Resulta que el banco había bloqueado el acceso vía oficina, pero no había bloqueado el acceso por tarjeta. Un fallo del banco. Así que, si un día mi hermana había podido sacar 600 euros con la tarjeta, simplemente podía haber seguido sacando 600 euros cada día hasta completar los 1900 euros, y no montar el pollo a nadie. Pero no. Su mente no funciona así.

Sólo queda dolor

24 de Marzo 2010, miércoles

El miércoles me confundí. La cita con el psiquiatra era el jueves. Intenté ver al médico de cabecera, pero había mucha gente. Hice tiempo hasta la cita con la abogada, estuve con ella haciéndole caso sólo a ratos. No era el día para hablar con abogados, pero yo necesitaba uno para ponerlo de interlocutor con mi hermana. No tenía intención de volver a hablar con ella en mi vida.

Comí y volví a casa. Tardé cuatro horas y media en llegar debido al espantoso accidente que costó la vida a dos trabajadores de la A8.

Lloré. Todo el camino lloré. Me sentía tan triste y dolida. No pude despedirme de mi madre cuando se murió. No pude despedirme de ella en paz en el crematorio. Tampoco fui a su funeral. No iba a poder despedirme de sus cenizas. Y no sabía qué habían hecho con ellas. El dolor incrustado era inmenso.

Intenté contar a mi familia con humor que había ido a la cita con 24 horas de antelación, no había podido coger la baja porque había 20 personas esperando al médico de cabecera, todas sin cita previa, como yo, y que había tardado cuatro horas y media en hacer los 130 Km de vuelta. Definitivamente este no había sido un gran día. Julene rió, así que al menos no lo hice mal del todo.

Más tarde, Javier me dijo que Ernesto le había informado de que iban a dejar las cenizas en la casa de mi madre. Nuevamente me quedé estupefacta. Javier me dijo que era previsible que mi hermana no tomase la decisión de qué hacer con las cenizas ella sola. «¿Ha propuesto algo?. ¿A que está esperando?. Yo le dije claramente que no iba a celebrar nada conjuntamente con ella, y que hiciese ella con las cenizas lo que considerase oportuno. Yo ya no puedo plantar un árbol en el fondo del jardín con esas cenizas porque me traería a la memoria todo el odio de mi hermana y el espantoso episodio del crematorio. Yo quiero recordar a mi madre con cariño y alegría.»

La puntilla

22 de Marzo 2010, lunes

Fuimos al cementerio de Galdakao para las 9 de la mañana. Salí del coche con el ramo de rosas. Mi primo, Marina y mi tía estaban ya allí. Luisa y Antonio llegaron enseguida. Entramos en el tanatorio. El encargado me preguntó si yo era Rebeca, porque había que firmar un papel. Le dije que no, que ella vendría mas tarde. Le pregunté si podría meter una parte de las cenizas en una caja y me dijo que sí. Le di una bolsa con la caja que habíamos comprado.

Pasamos a ver a mi madre. Llegó mi hermana, con Ernesto y con Giuliana. Unos minutos después mi hermana pasó a la sala donde estaba el féretro, y yo salí. Me acerqué al encargado y le pregunté si se podía colocar un ramo de flores en el féretro. Si era pequeño sí. Javier me trajo el ramo.

Entré con el ramo a la sala del féretro y fui directamente hacia él, a ver a mi madre por última vez. Estaba sola mirando a mi madre. Decidí deshacer el ramo y meter todas las rosas, una a una, dentro del féretro. Le dije, «Adiós ama, hasta siempre». Mientras lo hacía recuerdo haber oído al encargado que iban a meter ya el féretro a quemar. Se acercó mi hermana y me dijo que quería hablar conmigo. «¿Tiene que ser ahora?», le pregunté. Como respuesta oí «He pensado que no quiero partir a mi madre en dos, y si no quieres hacer conjuntamente un acto con las cenizas, prefiero que te lleves toda la urna». Creo que dijo algo más, pero no lo oí. Me sentí apuñalada nuevamente. Y esta vez con una punzada muy profunda.

Salí de allí. Le pedí al encargado que me diese la caja que le había entregado al inicio. Le conté a Javier lo que había pasado. Me senté en un banco. Se acercó mi primo. Le conté lo ocurrido. «Ha tenido dos días para decirme que no le parecía bien partir las cenizas de mi madre y me lo ha dicho en el último momento. Cuando iban a meter el féretro a incinerar. ¿Cómo puede ser tan mala?». Me puse a llorar.

Me repuse. Metieron el féretro a quemar. Se cerró el horno.

Yo estaba con Javier, junto a la puerta de salida. Javier quería que nos fuésemos de allí. Mi hermana se acercó hasta mí para decirme que no le había respondido. «¿?¿?¿Responder, a qué?». Yo estaba sorprendida. No recordaba ninguna pregunta a la que responder. Puso un gesto de «Jesús, que paciencia hay que tener!» y me contestó. No soy capaz de reproducir lo que me contestó, sino sólo lo que le entendí. Me sentía tan apaleada en mi interior que no era capaz de pensar. Entendí que decía que me había preguntado si iba yo a recoger las cenizas, y si me iba a llevar la urna o no. Le dije que las recogiese ella y que me informase del destino final de las cenizas.

Le pregunté «¿Porque has esperado hasta ese momento, justo cuando iban a meter a nuestra madre a incinerar, para decirme algo semejante habiendo tenido dos días enteros para hacerlo?». Me respondió «¡Cuando te lo voy a decir si no te he visto hasta ahora!». «¿No existen los teléfonos?» le pregunté.….. Mi hermana se encaró hacia delante, y con cara de cabreo empezó una de sus filípicas sobre si no le voy a decir yo lo que es correcto y se debe o no se debe hacer, o cuando, porque…. Le corté la frase. Llorando le dije que cogiese ella la urna y que yo con ella no quería celebrar nada, que hiciese lo que ella considerase más oportuno con las cenizas. Me fui fuera llorando. Me sentía destrozada. ¿Cómo podía odiarme tanto?. ¿Cómo podía odiarme tanto como para no avisarme de que mi madre se moría, machacarme la última mirada y despedida de mi madre, y encima venirme ahora con estas chorradas?. ¿Cómo podía odiarme tanto como para no sentir ella su propio dolor por la muerte de su madre?. Javier me agarró y me llevó al coche.

Decidí no ir al funeral de mi madre al día siguiente. No podía ponerme a tiro de mi hermana. Si ella veía algún resquicio para hacerme daño lo iba a usar. Y con total seguridad el funeral era una oportunidad más que propicia para ello. No fui al funeral de mi madre. Decidí no volver a ver o hablar con mi hermana en toda mi vida si está en mi mano.

Ya en casa, el lunes por la tarde, Javier me contó que el viernes, cuando yo pregunté si me podía llevar una parte de las cenizas, mi hermana había hecho un comentario a Ernesto, en voz baja, que yo no oí porque estaba llorando alejada de ellos. Básicamente venía a decir que yo estaba dando la coña y jodiendo al personal, como de costumbre. Yo no oí el comentario de mi hermana. Si lo hubiese oído le habría explicado lo que quería hacer con las cenizas para que ella lo entendiese. Yo sólo sentía dolor por no haberme despedido de mi madre, por haber sido tan tonta como para creer que el lunes íbamos a volver a vernos, como cada lunes desde hacía cinco meses. No podía sentirme ofendida por el comentario de mi hermana. No había espacio en mi interior para ello. Todo el espacio estaba lleno de dolor.

Javier comentó que, en vista del comentario de Rebeca, debíamos haber previsto que podía pasar lo que pasó. Me quedé estupefacta por la inocencia de Javier. Es imposible que nadie pueda prever qué rebuscada acción se le puede ocurrir a una mente trastornada como la de mi hermana. Alguien capaz de creer que pedir una parte de las cenizas de la propia madre recién fallecida se hace por dar la coña y joderle a ella, tiene una mente tan trastornada que no es factible que una persona sana pueda prever lo que se le puede pasar por la cabeza.

Visto este final con mi hermana, lo siguiente que hice ese mismo día fue pedir a Irune el teléfono de una abogada con la que ella estaba tramitando un asunto de herencias. Concerté una entrevista para esa misma semana, para el miércoles, ya que el miércoles a las 8:30 de la mañana tenía la cita con el psiquiatra en Bilbao.

DOLOR

20 de Marzo 2010, sábado

El sábado a las 7.15 de la mañana sonó el móvil. Era Ernesto diciéndome que mi madre había muerto hacía una hora y que habían llamado a la funeraria de Algorta. Le dije que íbamos para allá inmediatamente, que quería ver a mi madre antes de que se la llevasen.

Llegamos. Ernesto y Rebeca estaban sentados a la mesa con el señor de la funeraria. Fui directa a ver a mi madre, sin saludar ni dar un beso ni a Rebeca ni a Ernesto. Como en un sueño, oí algo sobre que no queríamos una sala de velatorio, y que mejor esperar a que venga la otra hija. Oí a Ernesto decir que yo ya había llegado. Después de dar un beso a mi madre me giré y pregunté donde tenía que firmar…. No había nada que firmar, sino que era para ver si quería sala de velatorio. ¿?. Era como si me preguntasen si prefería Galiero o Tuifer. No entendía de qué me hablaban. Como había oído que decían antes que no querían sala de velatorio, dije que no quería.

El de la funeraria dijo que debíamos elegir ataúd en ese momento. Sacó un cuaderno con fotos de los modelos. No decíamos nada. Por empezar con algo, y como la primera foto mostraba un ataúd con un enorme y tétrico crucifijo encima, pregunté si todos los ataúdes llevaban crucifijo. El de la funeraria no tuvo tiempo de dar su respuesta porque mi hermana se adelantó diciendo en tono justiciero desagradable  «Te recuerdo que ella era creyente».

Me sentía fatal. No había estado con mi madre en su final. No me habían avisado a tiempo para llegar. Ambas cosas me dolían muchísimo, el no haber estado con ella, y que no me hubiesen avisado. En mi fuero interno creo que mi madre hubiese agradecido mucho que hubiésemos estado las dos con ella en sus momentos finales. Y por mi parte yo también sentía que había necesitado acompañarla hasta el final, y no lo hice. Me dolía.

Dije que no me importaba el ataúd que se eligiese. Que yo aprobaba lo que mi hermana eligiese. Lo dije sin ninguna acritud, porque era verdad. Yo sólo tenía sitio para mi dolor.

El de la funeraria después sacó el tema de la esquela. No me atreví a decir nada. Preguntaron algo sobre la foto, los nombres que debían aparecer en la esquela,……. Callé. La ropa para vestirla, la preparó mi hermana con Giuliana. Dimos el nº de cuenta al de la funeraria, y dijo que alguien debía pasar por la funeraria a firmar la solicitud para la esquela del periódico. «Entonces, el lunes será en el crematorio de Galdakao, y si queréis podéis recoger las cenizas en Barakaldo, que os viene mejor.» Puse cara de incomprensión completa. Entonces me explicaron que la cremación sería el lunes en Galdakao porque no había sitio en otros crematorios, y que la agencia funeraria de Barakaldo y la de Algorta eran de la misma empresa, así que se podían recoger las cenizas donde más conveniente considerásemos. Mi hermana en ese momento dijo. «En Galdakao. Las recogeremos allí». Entonces yo pregunté, ¿Si la cremación no es hasta el lunes,..El cuerpo…?…. Para eso era la sala de velatorio. Ahora lo entendía. «¿Quieres una sala de velatorio?», me preguntó mi hermana en ese momento. Me hice una composición de la situación. «No». Se llevaron a mi madre.

Recuerdo haberle preguntado a Giuliana porqué no me llamó. Haberle dicho que tenía una llamada perdida mía a las 9:30 de la noche, que no me devolvió. Ella me dijo que a las 9:30 llamaron al médico de urgencia porque mi madre estaba mal, pero que no estaba tan mal como el día previo y que ella no pensó que se fuese a morir, que de hecho ella se había ido a dormir. Mi hermana, desde el otro extremo de la habitación se dirigió a mí para decirme que si me servía de algo, que supiese que mi madre no sufrió.

En otro momento, no sé exactamente cuándo ni quien, me informó de que el médico de guardia únicamente le puso una inyección de morfina.

Le dije a Giuliana «Qué tonta soy. Estaba totalmente convencida de que el lunes iba a estar aquí. Que iba a verla el lunes». Yo me había ido a mi casa convencida de que mi madre el lunes iba a estar allí.

Me di cuenta de que yo necesitaba darle una despedida real, propia y sentida, a mi madre. Pensé que, aparte de la ceremonia que se le ocurriese organizar a Rebeca, yo necesitaba algo que fuese realmente propio y sentido. Tal y como había transcurrido la muerte de mi madre y la tramitación de la funeraria, yo había asumido que Rebeca iba a organizar un acto con las cenizas, y mi intención era adherirme a ello sin fisuras, tal como había hecho a los trámites funerarios. Pero yo necesitaba una despedida propia. No había estado con mi madre cuando murió, y necesitaba despedirme de ella de verdad. Pensé que sería bonito llevarme un poco de cenizas, mezclarlas con tierra y plantar un árbol en nuestro jardín. Lo plantaría con mis hijos y sería el árbol que nos recordase a mi madre cada vez que lo viésemos. Con este pensamiento en mi cabeza dije en voz alta: «Quiero llevarme parte de las cenizas, ¿Puedo?».

Nadie contestó, lo cual interpreté como que no había problema.

Un rato después vi que mi hermana salía de la casa. Más tarde me di cuenta de que estábamos en la casa con Giuliana, y de que Ernesto tampoco estaba allí. No recuerdo haber visto a Ernesto irse de casa. No se despidió de mí ni de Javier. Tampoco Rebeca se despidió de Javier. Tomé algo de té. Javier me pidió que fuésemos a desayunar a un bar. No sabía si había algo más que hacer o no. Le pedí a Javier que esperase un poco. Al cabo de un rato Javier me dijo que se iba a desayunar a un bar..

Javier volvió de desayunar. Habría pasado alrededor de una hora desde que había visto a Rebeca salir de casa. Llamé a Ernesto al móvil. «¿Hay algo más que hacer por aquí?». Me dijo que no, que no quedaba nada. Que el lunes hablaríamos de lo siguiente. Mi hermana se puso al teléfono para decirme que Ramón, el padre de Pedro Mendizabal, estaba en Cruces, que estaba mal, demenciado y con una cadera suelta porque se le había infectado la prótesis que le habían puesto, y se la habían tenido que quitar……..¿¿¿¿????. Teniendo en cuenta que no nos habíamos hablado casi, ni mirado, que se habían marchado de casa sin despedirse,…..me parecieron una noticia y un comentario extrañísimos. Después me dijo que el lunes a la hora en que estaba previsto el funeral de mi madre, había otro funeral, y me dio a elegir entre compartirlo o hacerlo el martes nosotros solos. Le pedí su opinión y me contestó que no opinaba, que le daba igual. Le dije que en ese caso lo pusiese el martes.

Volvimos a casa. Era sábado 20. Habíamos salido a las 7:30 de Hendaya, y para las 12:00 estábamos ya en casa, en Hendaya, de nuevo.

Fuimos a comprar una cajita de madera para recoger una parte de las cenizas de mi madre. Pensé en qué tipo de árbol quería plantar para recordar a mi madre, y en donde lo podríamos poner. Los mimosos son preciosos, pero excesivamente grandes para nuestro pequeño jardín. Un limonero es muy bonito, pero el jardín es demasiado expuesto. Finalmente lo vi claro. Un magnolio caducifolio. Daría flores todos los años en estas fechas, para recordar a mi madre de un modo bonito y sereno. Lo plantaríamos al fondo del jardín. Fuimos a Endanea para que nos preparasen un ramo de rosas blancas para el féretro de mi madre, y para ver los árboles, para elegir uno. Había muchos magnolios caducifolios. Preciosos. Decidimos no comprarlo en ese momento, sino hacerlo entre semana y pedir que nos lo llevasen a casa porque no iba a ser fácil meterlo en el coche. Nos volvimos a casa con un precioso y compacto ramo de rosas blancas.

La dama de la guadaña acecha

15 de Marzo 2010, lunes

El lunes 15 volví a casa de mi madre a iniciar una nueva semana. El jueves 18 salí a la peluquería. Giuliana me llamó al móvil porque mi madre estaba mal. Volví corriendo. Mi madre estaba muy mal. Había intentado escribir una nota pidiéndole a Giuliana que «las nenas» fuésemos a su lado. Ella se sentía morir. Giuliana me dijo que mi madre estaba igual que el día que me llamó a casa.

Llamé al médico de guardia y a Ernesto, a ambos a la vez, a cada uno por un teléfono diferente, uno en cada oreja. Le dije a Ernesto que la veíamos muy mal. Él quería más detalles, cómo de mal…. Le conté lo que pude, y viendo su reacción le pedí que si le avisaba a mi hermana, que por favor viniese él con ella. Sorprendido me preguntó porqué le pedía eso. Le dije que no me quería quedar a solas con mi hermana, que le tenía miedo y que le pedía a él como un favor personal que viniese con ella.

Vino la médico de urgencias y nos dijo que mi madre tenía un fallo multiorgánico y que estaba muy mal. Pidió una enfermera con varios medicamentos de rescate para ver si salía del fallo. Antes de que la enfermera llegase vino la médico de cabecera. Además de los medicamentos de rescate le inyectaron morfina. Mi madre se fue quedando relajada. Llamé a Ernesto nuevamente para decirle que de momento la crisis estaba controlada, aunque no superada. Ernesto me dijo que no había avisado a mi hermana, que había preferido esperar. No recibimos ninguna llamada de Rebeca por la noche. Pensé que Ernesto no le había dicho nada.

Al inicio de aquella semana había previsto volver el viernes por la mañana en autobús a mi casa. Pero tal como había sido el jueves, llamé a casa y pedí a Javier que se pasasen ellos el viernes por Algorta. Pensé incluso en quedarme a dormir el viernes. Por internet busqué hoteles y pensiones en Algorta, y había una con buena pinta en plena calle Mayor.

El viernes 19 mi madre «amaneció» atontada del chute de morfina y parches que tenía. Según avanzaba la mañana iba «reviviendo». Rebeca no llamó en toda la mañana para preguntar por mi madre. Me resultó tremendamente raro y pensé que eso significaba que Ernesto no le había dicho nada a Rebeca. Lo comenté en voz alta, y Giuliana dijo extrañada, ¿Qué no le ha dicho nada?. No comentamos nada más. Decidí escribir una nota contándole a mi hermana todo lo que le había ocurrido a mi madre el jueves. No escribí que había llamado a Ernesto. Y no sé si él le dijo que yo le había llamado.

A media mañana llegaron Javier y Iker. Mi madre se puso contentísima. «Qué guapo!», le dijo a Iker, acariciándole. Fue muy bonito ver su alegría y las caricias y el beso que le dio a Iker. Comimos y salimos a dar un paseo, básicamente porque yo no quería exponer a Iker a una posible crisis de mi madre como la del día previo. No quería que él guardase el recuerdo de mi madre en plena crisis, en vez de recordarla con aquel beso, caricia y piropo. Veía a mi madre tranquila y mucho mejor que el día anterior, pero no sabía a qué hora iba a ir mi hermana y no quería dejar a Giuliana sola con mi madre por si había otra crisis. Así que estuvimos por Algorta dando un paseo y pegados al móvil por si Giuliana nos tenía que pedir que volviésemos urgentemente. A media tarde llamé a Giuliana, quien me dijo que mi hermana había llegado.

Fuimos a despedirnos de mi madre. Estaba mi hermana. Casi no la miré. Pasé de largo y rápidamente me acerqué a mi madre a darle un beso y a decirle que la vería el lunes. Ella asintió con la cabeza. Y yo me lo creí.

Incomprensión

11 de Marzo 2010, jueves

Al día siguiente hacía un frío horrible y yo no había dormido en toda la noche. Aún así, por la tarde salí a pasear para no coincidir con mi hermana dentro de la casa Ella vino de visita, tal como anunció el día anterior por teléfono. Giuliana me avisó sobre las 6:30 que mi hermana ya se había marchado, y finalicé mi paseo. El viernes me fui a mi casa, como de costumbre.

Desde ese día las llamadas telefónicas a casa de mi madre se las hacíamos a Giuliana, a su móvil, para evitar hablarnos e incluso oírnos.

Lo escrito hasta aquí ocurrió en el orden en que se cuenta, aunque es posible que haya habido errores en algunas fechas. Pero el orden en que han ido ocurriendo los sucesos y situaciones es el que se detalla aquí.

Cuando le conté a Javier lo ocurrido, él me escuchó e intentó darme un consejo. Me decía que debía pasar de mi hermana, que no entendía porque yo me alteraba con ella, que yo era demasiado sensible y debía fortalecerme, tener mayor seguridad en mi misma y pasar de lo que mi hermana dijese o hiciese. No servía de nada. Era imposible que él entendiese cual era la situación de abuso y maltrato, y para remate él es hijo único y no conoce lo que es una relación entre hermanos. Sus consejos, lejos de ayudarme, sólo servían para hacerme sentir más incomprendida.

La tormenta tras la calma

10 de Marzo 20101, miércoles

El lunes 8 de Marzo llamó mi hermana por la tarde. Me preguntó si mi madre había estado delirando ese día. Le dije que no, y a continuación oí la pregunta: «¿Tú sabes lo que es delirar?». Para no dar una respuesta sarcástica ni una salida de tono le dije que le iba a poner al teléfono con mi madre para que viese que regía bien. Lo hice. Después, mi hermana me informó de que el fin de semana mi madre había estado delirando. Giuliana me explicó que se había puesto algo agresiva en esos delirios.

El miércoles llamó mi hermana. » Quería ir mañana a ver a mi madre, ¿puedo?».
«Por supuesto que puedes venir a ver a tu madre siempre que quieras».
«¡Como me dijiste que tenía que pedir permiso!».
«No. Te dije que te agradecería que me llamases antes de venir para irme yo de casa cuando tú vinieses. Así que de acuerdo. Mañana vienes a ver a ama.».

El miércoles por la noche mi madre deliraba. Y tenía un delirio muy feo. No se quería tomar la pastilla que le daba Giuliana, la pastilla de dormir, porque decía que quería que ellos la viesen morir. ¿»Quienes son ellos?», le preguntaba yo. No sé, me respondía. La pastilla la tiraba con disimulo para no tomarla. Giuliana se le acercó mucho y ella le dio un tortazo. Habló tanto de que se moría y de que quería que la viesen morir que, aunque se la veía fuerte, por si acaso, decidí llamar a mi hermana para que si era posible se acercase a casa de mi madre. Llegó al cabo de media hora, sobre las 10:30, acompañada de mi prima María. Según parece estaban cenando juntas. Les conté que mi madre estaba delirando cosas muy feas sobre la muerte y que por si acaso había preferido avisarla.

Mi hermana se sentó a la izda. de mi madre, y yo estaba a la derecha. Rebeca me ignoró y esquivó mirarme. Luego les conté que mi madre me tomaba por mi tía Lourdes, y que había estado hablando cosas de unos parientes que no nos habían sido cercanos, a los que yo no había visto desde que era pequeña. Mi hermana me cortó y en mal tono dijo «¡Qué sabrás tú!. Para ella eran mucho más cercanos de lo que tú te crees. No tienes ni idea!». Le dije, «¡Ya vale!». Esa situación me resultaba algo más que incómoda y desagradable. Delante de Giuliana me trataba con malos modos habitualmente, como si ese trato fuese normal. Me dolía, pero aguantaba porque no me quedaba más remedio. Pero ese trato delante de mi prima me resultó especialmente doloroso. Además, no entendía como mi hermana no se daba cuenta de que para mi prima tenía que ser muy desagradable el presenciar y aguantar ese tono faltón. Mi prima tomaba el pulso a mi madre, le acariciaba la mano y le hablaba suave para ver si se olvidaba de su paranoia. No sé qué dije yo en un momento dado, cuando oí a mi hermana en voz baja, pero en muy mal tono: «¡Eso ya te lo hemos oído antes. Te repites!». Me levanté cabreada y le dije a Giuliana que por favor me llamase cuando se hubiesen ido.

Me fui a la habitación y me tumbé sobre la cama a oscuras, tratando de relajarme y descansar un rato. Estaba muy preocupada. Era imposible estar en presencia de mi hermana. No iba a ser posible que las dos pudiésemos estar juntas cuando mi madre muriese. Eso me preocupaba y dolía mucho.

Alrededor de las 12 tocaron en la puerta de la habitación. Era mi prima. Pasó y hablamos unos minutos. Le dije que estaba siendo terrible. Que yo no podía decir ni buenos días, porque mi hermana le sacaba punta a todo lo que salía de mi boca. Le conté que había consultado con un psicólogo, quien me había recomendado interponer un mediador para tratar con ella, un mediador de autoridad para ella. Yo había pensado que esa persona podría ser ella, María o Ernesto, y que quizás hice la elección errónea porque Ernesto no le dio importancia a lo que le conté. Mi prima opinó que en este momento mi hermana y yo debíamos evitar estar juntas y que no creía que un mediador sirviese para nada en esa situación. Le comenté que desde la semana anterior yo había decidido no estar con mi hermana, pero que en vista de la situación de esa noche con mi madre, decidí llamarla por si mi madre realmente se moría. Visto lo visto, no iba a ser posible que las dos estuviésemos con mi madre cuando llegase el momento, y eso me parecía terrible. Finalmente le pedí a mi prima que ella fuese amiga de mi hermana porque a mí me había perdido para siempre. Y también le pedí que cuando acabase todo intentase hablar con mi hermana para que fuese a un psiquiatra.

Calma Chicha

2 de Marzo de 2010, martes

La semana siguiente nuevamente debía volver a Algorta el martes, día 2 de marzo, ya que tenía varios asuntos el lunes y martes en Hendaya y Donostia. Mi hermana estaba convenientemente avisada e iría a dormir ella el lunes.

Giuliana me llamó por teléfono el lunes sobre las 10-11 de la mañana, diciéndome que veía muy mal a mi madre y que por favor acudiese. Cogí el coche y fui a Algorta. Cuando llegué mi madre estaba estable.

Llamamos a la médico, quien vino inmediatamente a visitarla.

Giuliana contó que se había puesto azul, que le costaba mucho respirar y que creyó que se moría. La médico le explicó qué debía hacer si volvía a ocurrir algo así. A media tarde, como mi madre estaba estable, me fui a mi casa antes de que llegase mi hermana. Al día siguiente volví a Algorta hasta el viernes 5 de Marzo. No recuerdo que ocurriese nada más durante toda esa semana.

Yoga en la India

22 de Febrero 2010, martes

Volví a Algorta el martes 22 por la mañana. Me encontré una nota encima de la cama, en la que mi hermana me decía que no podía arreglarse sola con mi madre durante el fin de semana y que le había pedido a Giuliana que trabajase también el fin de semana por doscientos euros más al mes, y que si tenía algo que objetar se lo dijese. La verdad es que pensé que todo el asunto era el colmo de la estupidez. Mi hermana le había aceptado a Giuliana las condiciones de fin de semana libre, y un mes y medio después le tiene que pedir que trabaje el fin de semana completo. Yo no necesitaba que Giuliana estuviese interna entre semana. Y además podía haberle dado días o tardes libres sin problemas. Pensé que Giuliana no podía aguantar mucho sin tener ni un día libre. Eso no es humano, ni es razonable. Pero todo ello me lo guardé. No valía la pena proponer ni comentar nada. Sólo iba a servir para empeorar la relación aún mas. Eso es lo que pensé.

Sobre las 5:30 Rebeca llegó a casa de mi madre. Se sentó junto a ella. Yo estaba en un sofá con el ordenador. Lo cerré y propuse que, ya que estábamos cuatro podíamos empezar la partida diaria de cartas. Mi madre dijo que no quería jugar a las cartas. Mi hermana, a continuación, me preguntó directamente, y sin tono agrio por primera vez en semanas, si yo le había dicho a Giuliana que no le avisase a ella de que yo no iría a casa de mi madre hasta el martes. Me quedé muy sorprendida y le respondí que por supuesto yo no había hecho semejante cosa. Giró la cabeza para mirar a Giuliana y le dijo que no lo hiciese nuevamente, que el tomar esa decisión no le competía a ella. Yo no entendía muy bien lo que pasaba. Mi hermana lo aclaró antes de que Giuliana pudiese decir nada: Ella le había dicho a Giuliana que le avisase si yo no iba a estar alguna noche.

Me sentí sorprendida, dolida, ninguneada y muy enfadada. ¿Cómo era posible que la misma persona que un mes antes me había gritado que era un problema terrible para ella empezar la semana durmiendo en Algorta porque le fastidiaba empezar el trabajo semanal en malas condiciones, la que no me dejó más alternativa que pasar allí de lunes a viernes o bien «ir de visita», ahora resultaba que no tenía problemas para dormir los lunes allí?. Me sentí estafada. Y encima Giuliana se estaba ganando una bronca porque era imposible cumplir mis expectativas y las de mi hermana a la vez: Yo le había puesto a Giuliana a cargo de mi madre durante un día y una noche a la semana porque consideraba que era correcto, dejándole claro que en caso de problemas o dudas me avisase. Las órdenes de mi hermana eran que si yo no iba, le avisase para ir a dormir ella a Algorta. Giuliana no podía cumplir las dos expectativas a la vez y se estaba ganando una bronca injustamente. Salí en su defensa diciéndole a mi hermana que yo le había dicho a Giuliana que se quedase el lunes a cargo de todo y que me avisase si veía el menor problema, por lo cual Giuliana no le llamó a ella.

Mi hermana respondió, en tono justiciero y cada vez a mayor volumen: «Ah!. ¿Y se lo dijiste a tu madre?. Porque yo le llamé ayer por la tarde y estaba muy nerviosa porque tú no habías ido en todo el día. Ella se sintió fatal y tú deberías haber pensado que……». Mi hermana se erigía en intérprete de los sentimientos y pensamientos de mi madre, del bien y del mal,… Era posible que lo que decía fuese cierto, que mi madre se hubiese puesto nerviosa, y la verdad es que no pedí hablar con ella por teléfono en mis cuatro llamadas del lunes. Pero incluso en el caso de que hubiese sido cierto que mi madre se sintió mal porque yo no había acudido a su casa, el comportamiento de mi hermana no tenía mucho que ver con lo que mi madre pudo haber sentido. Según la estaba oyendo me venían a la mente los párrafos que había leído sobre la manipulación y los manipuladores. Me levanté del asiento y le dije. «¿Sabes qué?. Lo que tengas que decirme, me lo dices por escrito. Me voy a dar una vuelta y volveré mas tarde.».

Me levanté y fui hacia la habitación para coger mi abrigo y mi bolso, pero antes de llegar al pasillo mi hermana estaba detrás de mí, alcanzándome rápidamente, casi corriendo, y gritando enfadada: «Oye tú!. Pero que te has creído. Siempre jodiendo……!. No sé qué más podía estar diciendo porque una sensación de pánico se apoderó de mí. Mi hermana, que me saca una cabeza de altura, me estaba persiguiendo por la casa. Rápidamente me metí en el dormitorio. Ella pretendía entrar detrás mío. Agarré la puerta para cerrarla y ella la empujó para impedírmelo. Comencé a empujar la puerta con todas mis fuerzas, poniendo el pié para que no se pudiese abrir. Ella empujaba para abrir gritándome no se qué. Yo le gritaba diciéndole que me dejase, que iba a coger mis cosas y a marcharme a la calle. En un momento dado, repentinamente, cambió de discurso y empezó a gritar muy fuerte «Grita, grita, eres una loca de mierda!. Loca de Mierda!». En ese momento dejó de empujar la puerta y se fue a la sala.

Temblando, me puse el abrigo, las botas, cogí el bolso, el móvil y salí de la habitación y de la casa. Salí a la calle temblando, con el corazón muy acelerado. Llamé a Irune, pero el móvil estaba apagado. Había cero grados, mucho frío. No lo notaba. Di un paseo, me calmé algo, pero era difícil. Tenía la boca como el estropajo. Entré en un bar, tomé un descafeinado y dos vasos de agua. La boca seguía como el estropajo. Di otro paseo y sobre las 7:00 volví a casa. Generalmente para esa hora mi hermana solía haberse ido. Además, yo tenía que volver ya a casa porque Giuliana necesitaba salir sobre las 7:30 para un asunto personal importante y no volvería a casa a dormir esa noche.

Al entrar me encontré con Rebeca, Giuliana, Luisa y mi madre, todas en casa. Yo seguía muy alterada y no me gustó nada ver allí a mi hermana. Giuliana se fue, y unos minutos después Luisa también. Nos quedamos mi hermana y yo con mi madre. Yo seguía estando muy alterada. No sé lo que ocurrió o como se inició la segunda trifulca que tuvimos. Recuerdo que le pedí que me avisase por favor cuando fuese a visitar a mi madre entre semana, para poder irme yo antes de que ella viniese y así evitar situaciones de ese tipo. Me dijo que no. Que ella no iba a pedir permiso para visitar a su madre. Le dije que sólo quería que me avisase para irme yo cuando ella viniese. Pues no. Y la escalada fue in crescendo. Me hizo burlas y gestos despectivos, supuestamente imitando mi comportamiento y modo de hablar, acercándose hacia mí desde su altura superior. Decidí que debía irme de nuevo antes de que me pegase o que aquello acabase peor. Le dije que me pasaría mas tarde. Cogí el abrigo. Recuerdo haberle dicho desde la entrada de la casa que yo la había querido mucho, pero que se acabó mi cariño, que ya nunca más. Salí y cerré la puerta. Me di cuenta de que se me había olvidado coger la llave. Llamé al timbre y entré corriendo a por la llave. Cuando iba a salir de nuevo, fue mi hermana la que decidió irse.

Todo esto ocurrió delante de mi madre, quien no dijo nada. A estas alturas, mi madre era consciente de que se estaba muriendo y no tenía tiempo, energía ni espacio en su corazón para preocuparse por los asuntos egoístas y estúpidos de sus hijas. El espectáculo había sido terrible y bochornoso.

Luisa volvió al cabo de un rato para jugar la partidita diaria. Le conté que había tenido una discusión terrible con mi hermana, que no era posible que nos tratásemos y que me sentía muy alterada. Estuvimos hablando un rato, sin contarle nada de lo ocurrido ni de cuál era la situación, pero me vino bien volver a la cordura de una conversación normal, sin acusaciones ni broncas, sin insultos ni reproches, con comprensión para unos y otros. Y en esaa charla salió un detalle que yo desconocía y que me dejó perpleja y muy preocupada: Mi hermana había pedido a Giuliana que se quedase el fin de semana porque el fin de semana anterior estaba sola y no pudo arreglarse bien. Ernesto se había ido a la India a hacer yoga.

Ernesto se había ido a la India a hacer yoga.

Ernesto se había ido a la India a hacer yoga.

Me lo repetía mentalmente una y otra vez y no daba crédito a lo que había oído. Hacía tres semanas que yo había hablado con él diciéndole que Rebeca tenía un comportamiento que me preocupaba mucho, que consideraba que necesitaba terapia, que el trato vejatorio y agresivo que me daba estaba acabando la posibilidad de relacionarme con ella, y Ernesto se va a hacer yoga a la India, dejándola sola con su madre moribunda durante los fines de semana.

¿De qué planeta ha caído este hombre?.

Aparte del asombro que me produjo esta información, lo primero que sentí fue preocupación. Al estar mi hermana sola quizás se presentase más a menudo allí, o incluso era posible que ese mismo día regresase por la noche….y Giuliana no estaba esa noche. Por si acaso, antes de irme a la cama puse las llaves por dentro en las cerraduras para evitar que pudiese abrir desde fuera.

Esa noche no dormí. Tampoco era una novedad. Al día siguiente pedí cita con un psiquiatra para solicitarle que me enviase al psicólogo. Este incidente fue algo mas que un nuevo punto de inflexión en nuestra relación. Antes de este incidente, las salidas de tono, malos modos, y demás actitudes y acciones de mi hermana hacia mí, me producían sobre todo sorpresa, y en algunas ocasiones enfado. Nada más. Pero en esta ocasión había sentido miedo. Mucho miedo. Había sentido una agresión muy fuerte dirigida contra mi.

Y desde entonces he sentido miedo y no he estado tranquila en presencia de mi hermana. Desde entonces sus comentarios y punzadas ya no me sorprenden o enfadan, sino que me dañan. Desde entonces he sentido sus agresiones verbales como puñaladas que yo iba recibiendo por la espalda, mientras que por el frente debía intentar poner buena cara para no darle a mi madre disgustos adicionales. Sus agresiones me hacen sentir que mi hermana quiere destruirme. Me duelen, y además me dan miedo.

Estuve tan mal después de este episodio que mi mente ya no fue capaz de secuenciar pensamientos y sucesos del modo habitual. Como si se me hubiese bloqueado esa capacidad. Los sucesos de esa tarde no los secuencié ni les sometí al razonamiento lógico hasta semanas después de haber muerto mi madre. El resultado de estra secuenciación lógica es el siguiente: Mi hermana llamó el lunes por teléfono para charlar con mi madre, y mi madre le dice que se siente muy mal porque yo no he ido y no sabe si voy a ir o no. Mi hermana viene el martes por la tarde a casa y en menos de cinco minutos nos abronca a Giuliana y a mí. Especialmente me abronca a mí por no haberle avisado a  mi madre de que no iba a ir, por haberla dejado sola, nerviosa, sintiéndose mal. Mi hermana habló por teléfono con mi madre el lunes por la tarde y mi madre le dice que se siente muy mal. No pide hablar con Giuliana para verificar qué ocurre, cual es la situación. Tampoco se pasa a visitar a mi madre, y eso teniendo en cuenta que vive a menos de 15 minutos de coche, y que estaba sola en su casa. Podía haber acudido a tranquilizar a mi madre si realmente se preocupó por la situación. Pero no hizo nada de todo eso. Simplemente esperó al martes, y acudió entonces a leernos la cartilla por la falta cometida.

Mi cabeza da signos de agotamiento

16 de Febrero 2010, martes

El martes16 fui en autobús a casa de mi madre. Olvidé el móvil en el autobús, y las llaves del coche en mi casa en Hendaya. El coche estaba aparcado en Algorta porque el viernes anterior habían ido Javier y los niños a visitar a mi madre, y volví con ellos a casa. La cabeza, como no es desenroscable, no me la olvidé en ningún lado.

Llegué a Algorta muy preocupada por el asunto del sangrado de mi madre. Giuliana me dijo que había escupido algo de sangre nuevamente y llamamos a la médico. La médico vino y nos pidió que le pusiésemos sábanas oscuras para que ella no se alarmase si volvía a sangrar.

Fui a Bilbao a recoger el móvil, compré unas preciosas sábanas oscuras y volví a Algorta. Mi hermana estaba allí. Saqué las sábanas y se las enseñé a mi madre diciéndole que me había pasado por el Corte Inglés y que, como era la semana fantástica, no me había podido reprimir y había comprado esas sábanas tan preciosas. Giuliana y yo pusimos uno de los juegos de sábanas. Mi hermana nos miraba con cara de malas pulgas y sin decir nada. Como nuestra relación para entonces ya era muy desagradable me fui a otra habitación, a estar un rato con el ordenador. Antes de irse se acercó ala habitación donde yo estaba y me dijo desde la puerta en el tono agrio habitual: «¿De verdad crees que tu madre no se va a dar cuenta de que esas sábanas son para disimular la sangre?. Te recomiendo que te lo pienses dos veces y recapacites». Le respondí, «Bien. Lo pensaré«. Seguí usando las sábanas oscuras, que mi madre no extrañó en ningún momento.

Mi madre estuvo estable toda la semana y no volvió a escupir sangre. El viernes volví a mi casa. Le dije a Giuliana que me quedaría en casa el lunes y regresaría el martes 22, que le llamaría por la mañana, por la tarde y por la noche para ver si todo iba bien. Pero que de cualquier manera, si en algún momento ella consideraba que sería mejor que yo me acercase por allí, que no dudase en llamarme y yo iría inmediatamente.

Manipulación fallida

15 de Febrero 2010, lunes

El lunes por la mañana llamé por teléfono para preguntar cómo iban las cosas. Giuliana me dijo que el sábado por la noche mi madre tosió y Ernesto se levantó a ver qué ocurría. Mi madre había escupido mucha sangre, y por añadidura se había alarmado un montón al ver la sangre. Pero no había vuelto a sangrar esa noche, del domingo al lunes. No habían llamado al médico. Llamé a mi hermana al móvil para conocer mejor lo que había ocurrido. Creo que la interrumpí o avasallé con muchas preguntas porque me dijo con tono agrio «¿Quieres que te responda, o sólo vas a hablar tú?. Es que tú no escuchas.!». Me callé y escuché hasta el final lo que ella tenía que decirme. Me dijo que mi madre había escupido sangre por la noche, o que quizás había escupido un trozo de pulmón. No habían avisado al médico para que no se la llevase al hospital todavía. Me pareció un razonamiento extraño que no entendí, pero no dije nada. Luego añadió que obviamente ella no iba a dejar a Giuliana sola la noche del lunes en esa situación.

Esa decisión de quedarse en casa de mi madre e lunes por la noche la había tomado la semana previa………el comentario no me gustó nada, y le pregunté «¿Eso me lo dices para que me sienta culpable por no estar allí?». Me respondió agriamente que me lo decía para que lo supiese y que si yo me sentía culpable era cosa mía. Ahí dejamos la conversación.

San Valentín

14 de Febrero 2010, domingo

Para esas fechas yo me sentía ya muy cansada y me resultaba difícil «estar en mi vida». Era cuidadora entre semana, intentando estar alegre y cariñosa en todo momento. Era madre de fin de semana, aterrizando en mi casa como una extraterrestre, Javier prácticamente no existía. Echaba de menos mi trabajo, para centrar mi mente y mi actividad. Las noches las pasaba en su mayor parte en vela, por lo cual leía mucho sobre temas psicológicos, ya que era lo único que podía hacer para intentar entender qué pasaba. Físicamente estaba empezando a sentirme terriblemente cansada. Decidí que podía permitirme no ir el lunes a casa de mi madre, sino el martes, dado que ella estaba estable y Giuliana era una buena persona, cariñosa y responsable. Por añadidura, ese lunes 15 de febrero, mis hijos tenían el día libre y era una buena ocasión para quedarme con ellos. Así que el jueves 11 avisé a Giuliana de que en lugar del lunes iría el martes, pero que si veía cualquier problema me avisase y yo me presentaría rápidamente. El viernes, antes de irme, Giuliana me dijo que Rebeca le había dicho que se quedaría ella a dormir el lunes.

Esa semana había tomado otra decisión mas, contarle a Javier la situación. No lo había hecho todavía, pero la relación con mi hermana lejos de mejorar empeoraba, no veía ningún viso de arreglo y ya estaba muy cansada, física y psicológicamente como para seguir guardándome esta historia.

Ese fin de semana le conté a Javier lo que había estado ocurriendo. Creo que no entendió del todo cómo era la situación. No es raro. Aparte de su propia personalidad estable y directa, incluso la sabiduría popular nos engaña con refranes como el que dice que dos no discuten si uno no quiere. Todos creemos que es cierto, pero no lo es. Sólo es verdad cuando las personas son «normales», pero no funciona cuando hay una persona trastornada que necesita montar bronca y desahogarse como modo de relación con los demás. La bronca la monta sin que nadie le discuta nada, ni le lleve la contraria.

La conversación con Javier no fue cómoda, ni agradable. Javier me dijo que parte de esos comportamientos que yo describía en mi hermana los tenía yo a veces, cuando me cabreaba y les trataba a gritos. Fue un shock para mí. Tanto, que en ese mismo momento decidí ir a un psicólogo porque no quiero por nada del mundo tratar a mis hijos con agresividad y malos modos. Me quedé muy preocupada y alterada en mi interior. ¿Estaría viendo la paja en el ojo ajeno, y no la viga en el propio?.

No hay marcha atrás

5 de Febrero 2010, viernes

Tuve una semana entera para escribir una respuesta a la exculpatoria frase de mi hermana «No pienses que no te quiero, pero es que no soporto tu modo de enfocar las cosas». Una respuesta que no fuese hiriente pero que fuese clara. Escribí dos páginas a mano. Ahora mismo no soy capaz de reproducirlas en su totalidad, pero más o menos esto es lo que vine a decir en ellas:

Rebeca:

Durante el último mes me has acusado de numerosas cosas, me has tratado con malos modos, mal tono, lenguaje insidioso y accesos de ira. Los malos modos, la crítica, el lenguaje insidioso y los accesos de ira no son herramientas de comunicación, sino de intimidación. Ahora me dices que no piense que tú no me quieres, pero que no soportas mi modo de enfocar las cosas.

Dices que me quieres, pero el amor es aceptación del otro, con sus virtudes y sus limitaciones. Y las limitaciones no mejoran mediante gritos, malos modos y lenguaje insidioso. Ni siquiera la crítica sirve para mejorar las limitaciones. El amor es apoyo incondicional, y es mediante este apoyo y un buen ejemplo como mejoramos las personas. Yo tengo mis limitaciones, como todo el mundo, y no van a mejorar ni cambiar a base de gritos y mal tono.

Dices que lo que produce tus reacciones es «mi modo de enfocar las cosas», signifique esto lo que signifique. Podríamos escribir hojas y más hojas sobre ello, pero no serviría de nada. Porque los malos modos, el lenguaje insidioso y sobre todo los accesos de ira no se deben a «mi modo de enfocar las cosas». Simplemente es imposible. Los malos modos y los accesos de ira nunca se deben a lo que los otros hagan, sea eso lo que sea. Los malos modos, los accesos de ira, y el lenguaje insidioso se producen en el interior de uno mismo.

El texto era más largo, más suave, mejor redactado y más elaborado, pero básicamente eso es lo que decía en él. Dejé la carta sobre la cama y me fui a mi casa. Era 5 de febrero.

Esa carta fue un punto de inflexión en la relación. A partir de ese día mi hermana se convirtió en una persona sumamente desagradable a tiempo completo cuando yo estaba presente. Cualquier cosa que yo dijese en su presencia era un motivo para que ella le sacase punta.

6 de Febrero 2010, sábado

Mi madre me había preguntado esa semana si no íbamos a ir a verla con los niños, así que el sábado 6 de febrero fuimos a ver a mi madre con Iker. Julene tenía un cumpleaños. Rebeca les dio a Iker y a Javier los regalos de reyes de los tres. Habían estado en la bolsa, en el sofá del despacho, desde el día de reyes, un mes.

No pienses que no te quiero

1 de Febrero de 2010, lunes

Después de esta pequeña reunión con Ernesto, en la nota semanal que le dejé a Rebeca el viernes 29 de Enero, como nota final de la misma le deseé a mi hermana suerte durante el fin de semana. Había sido una semana dura, incluido el cambio de médico que decidí realizar dado que el Dr. Gordón no tenía ninguna intención de dedicarle atención a mi madre. Recurrí a la Dra. de la seguridad social, quien contrariamente a Gordón visitó a mi madre en casa por voluntad propia y se preocupó por revisar toda la medicación y cambiar algunas pautas para mejorar su calidad de vida en la medida de lo posible. De todo ello le informaba a mi hermana en mi nota, deseándole suerte al final de la misma. Cuando volví el lunes me encontré su nota en la que, como comentario final se incluía la siguiente frase: «No pienses que no te quiero. Pero es que no soporto tu modo de enfocar las cosas».

La verdad es que esa nota me sentó mal, pero no me sorprendió. Llevaba desde el 8 de enero leyendo sobre trastornos límites de la personalidad, rivalidad entre hermanos, abuso verbal, abuso psicológico, consultando en internet, consultando con un psicólogo, y convencida de que mi hermana necesitaba tratamiento. La frase de mi hermana parecía sacada de uno de los libros o páginas web sobre abuso verbal y psicológico: Los abusadores nunca se responsabilizan de su propio comportamiento. Para ellos siempre son los otros los que tienen la culpa.

AVATI

26 de Enero 2010, martes

El psicólogo de Avati me recibió el martes día 26 de enero. Antes de ir a verle le dije a mi madre que yo creía que mi hermana tenía un problema que resolver consigo misma y que yo no podía hacer nada para ayudarla, pero que en ese momento iba a ver a un psicólogo para hablar de ello y ver qué me recomendaba. Mi madre nunca me preguntó sobre el resultado de esta reunión. Y nunca más nos pidió a mi hermana ni a mí que nos quisiésemos y que no discutiésemos. Creo que con mi comentario sobre la salud mental de mi hermana mi madre decidió tirar la toalla y centrarse en su declive y muerte.

El psicólogo de Avati me dijo que de acuerdo a lo que yo le contaba mi hermana no tenía ningún trastorno límite de la personalidad, sino que tendría otros problemas propios suyos. Dado que tenía 45 años, trabajo y pareja estable de toda la vida, y que por añadidura no teníamos un trato muy cercano ni frecuente, lo que me recomendaba él era que pasase de ella, que se buscase ella la vida con sus problemas y que cortase mi relación con ella. Me pareció un consejo muy duro. Llamé a Ernesto y le pedí que nos viésemos el jueves (día 28) por la mañana.

28 de Enero 2010, jueves

Nos vimos en Barakaldo. Le conté a groso modo lo que había ocurrido y le pregunté si Rebeca tenía ese tipo de comportamiento abusivo con otra gente aparte de mí, con él, con otros. Se quedó pensando y me dijo que alguna vez suelta había habido algo, pero que no. Le conté que no le había dicho nada a Javier porque me daba la sensación de que en el momento en que lo hiciese la vuelta atrás en la relación con mi hermana sería irreversible. Me dijo que mi hermana me quería mucho, y que el consejo del psicólogo de que pasase de ella le parecía una barbaridad. Le dije a Ernesto que yo creía que mi hermana necesitaba tratamiento, terapia, que quizás ese no sería el momento correcto, pero que cuando todo acabase intentase que recapacitase y se pusiese bajo terapia. Ernesto no me dijo ni que sí ni que no. Me dijo que yo tuviese paciencia y mano izquierda (algo así entendí) y que él por su parte intentaría rebajar la tensión. Su respuesta a mi alarma y a mi narración me pareció muy tibia, y nada expeditiva. Antes de despedirnos le dije que de seguir así dudaba mucho que la relación con mi hermana volviese a ser normal. Para no meter la pata con mi hermana, le pregunté a Ernesto si consideraba que le debíamos contar a Rebeca que él y yo habíamos estado hablando de mis problemas de relación ella. Me dijo que de momento quizás sería preferible no decirle nada, y que él intentaría rebajar su tensión.

Creo recordar que esta fue la última vez que vi a Ernesto personalmente antes de que mi madre muriese.

 

Abuso verbal

20 de Enero 2010, miércoles

El 22 de enero era el cumpleaños de mi madre y el fin de semana previo yo le compré una bata de regalo. Como se le manchó la bata que a ella le gustaba, el martes aproveché para darle el regalo adelantado y que se pusiese la bata nueva. Cuando mi hermana vino el miércoles y la vio volvió a repetir una frase similar a la que había dicho en Navidad: «Vaya. Regalos adelantados!«. Por el tono que empleaba, daba la impresión de que ella creía que yo hacía los regalos adelantados para fastidiarle a ella.

A pesar de estos detalles que hacían difícil la permanencia juntas, yo hasta entonces lo llevaba bien. «Pasaba» de sus malas formas. Es más, de hecho estaba muy preocupada por ella. Era mi hermana. Yo siempre la había querido mucho. No entendía lo que le pasaba, porqué se comportaba así conmigo. Estaba convencida de que tenía un trastorno mental que requería tratamiento. Comencé a leer para entender lo que le podía estar pasando. Leí El abuso verbal, de Patricia Evans, leí tres libros de psiquiatría sobre la rivalidad entre hermanos, releí El acoso moral de Marie France Hirigoyen, consulté sobre trastornos de personalidad en páginas de internet, consulté sobre el abuso emocional en páginas de internet, consulté en foros,….. Empecé a preguntarme sobre mí misma, sobre mi madre y su modo de habernos criado. Empecé a cuestionarme todo lo cuestionable para intentar entender porqué mi hermana me trataba así, para intentar saber cómo había podido llegar a esa situación.

Cogí cita con un psicólogo de AVATI (asociación de familiares de afectados de trastornos límite de la personalidad), y esperé a hablar con él para después hablar con Ernesto sobre el tema. En realidad, sentía necesidad de hablar con Ernesto. Él es la pareja de mi hermana. Él tiene que saber lo que le pasa mejor que nadie. Eso era lo que pensaba. Y por el otro lado, no quería hablar del tema con Javier. No le había contado nada de todo esto. Sentía que si se lo contaba la relación con mi hermana nunca sería reversible. No creo que Javier pueda entender un comportamiento trastornado como el de mi hermana. Él es tan estable que no creo que sea capaz de entender y las bajezas y la locura que yo veía en mi hermana.

Mala gaita

14 de Enero 2010, jueves

Mi madre estaba muy nerviosa esos días. Dormía mal. Nos llamaba más de tres veces por la noche diciendo que quería mear. La ansiedad no la dejaba descansar. Ni tampoco a mí, que me desvelaba noche tras noche sin dormir más de dos o tres horas cada día. Eduardo Gordón había sido su médico durante veinticinco o treinta años. Mis consultas con él eran básicamente telefónicas, yendo después por la tarde a su consulta a que me extendiese la correspondiente receta. Sólo visitó a mi madre el día que llegó a casa. Acabó recentándome somníferos en dosis para caballo (noctamid 2mg), que a mi madre no parecían hacerle efecto. Ella era consciente de que no mejoraba y se daba cuenta de que con total probabilidad se iba a morir. Esa ansiedad no la dejaba descansar de ninguna manera. Esa semana ella requería que el médico la visitase.

Ese jueves, día 14 de enero, fui a la consulta de Gordón con el objetivo real de que debía conseguir que el médico visitase a mi madre. Simplemente porque eso era lo que ella deseaba, y tenía derecho a ello. La excusa para ir a la consulta era que él me tenía que dar una receta de un antidepresivo muy fuerte (Rexer), que me había «recetado» en consulta telefónica. Durante la consulta me senté en la silla y básicamente mareé la perdiz un buen rato sobre la ansiedad que mi madre sentía, lo mal que se encontraba, etc., hasta que el médico se ofreció a pasar a visitar a mi madre la mañana siguiente. Entonces rápidamente le dije que le agradecería muchísimo que lo hiciese porque ella necesitaba que le fuese a ver. Me levanté rápidamente de la silla y me despedí.

Llegué a casa de mi madre y Rebeca estaba allí. Saludé a las tres (Giuliana, mi madre y mi hermana), que estaban juntas en ese momento. Me acerqué a mi madre y le di el prospecto de las nuevas pastillas que el médico le había recetado. Le dije que el médico pasaría a visitarla al día siguiente. Mientras Giuliana y yo estábamos mirando el prospecto junto a mi madre, oí por detrás en tono agrio y reprobatorio: «¿Mañana?. ¿Y se puede saber más precisamente cuando, mañana. Giuliana y yo nos quedamos paralizadas. Rápidamente recordé que el médico había citado que pasaría por la mañana (siempre hacía las visitas domiciliarias por la mañana), así que respondí: «Por la mañana. Pasará por la mañana», y seguimos mirando el prospecto con mi madre. «Ya!. Y no se puede tener mayor precisión, ¿verdad?, saber a qué hora más o menos pasará?», en el mismo tono agrio y reprobatorio anterior. Me sentí asombrada de semejante comentario absurdo. Todo el mundo sabe que un médico nunca da una hora concreta para una visita a domicilio puesto que no está en su mano predecir qué visitas médicas a domicilio se le van a presentar al día siguiente.

En ese momento me di cuenta de que yo no había siquiera pensado que mi hermana se iba a quedar ese jueves a dormir en casa de mi madre. Todo lo que habíamos hablado el lunes anterior daba por supuesto y requería que Giuliana estuviese interna. Pero Giuliana no se incorporaría como interna hasta el lunes, por lo cual yo había dado por supuesto que el viernes por la mañana sería yo quien iba a estar en la casa. De hecho, ni siquiera había preparado mi bolsa para irme a mi casa esa tarde.

Erré en la suposición. Mi hermana, fiel a lo que había dicho el lunes, el jueves vino a relevarme para que yo me fuese a mi casa. Y según parecía, esta visita médica le suponía un problema en su esquema organizativo.

Respondí a su pregunta sobre la precisión en la hora de visita del médico, diciéndole que si tan importante era ese detalle que le llamase ella misma por teléfono para preguntárselo, que el número lo tenía en el listín que había encima de la mesa, delante suyo, y que el médico todavía estaba en la consulta. Estaba a tiempo de llamar y hablar con el médico.

Mi madre se molestó con mi respuesta y nos pidió que no discutiésemos. Yo le dije que no estaba discutiendo, que simplemente sólo respondía a la pregunta de mi hermana. Esa ha sido la única ocasión en estos cuatro meses en que he dado a mi hermana una contestación que conscientemente sabía que le iba a molestar. Preparé mi bolsa y me fui a mi casa para regresar el lunes 18.

Tras ese incidente, nuestra comunicación se desarrolló básicamente por escrito, limitándose a una nota semanal en la que nos informábamos la una a la otra de los sucedidos ocurridos relevantes a la salud o atención de mi madre. Únicamente coincidíamos los miércoles por la tarde, día en que mi hermana solía hacer una pequeña visita a mi madre. En esos casos la situación era tensa, con comentarios «bordes» por su parte, y con malas contestaciones a cualquier pregunta que yo le hiciera.

Ruptura de relaciones

11 de Enero 2010, lunes

El lunes 11 por la tarde, sobre las 5:30, Rebeca vino a casa de mi madre. Nos reunimos las dos con Giuliana para pedirle que se quedase interna y proponerle las condiciones que habíamos decidido mi hermana y yo. Giuliana dijo que en principio estaba de acuerdo en todo menos en los días libres que le proponíamos. Ella quería el fin de semana libre, sábado y domingo. Y antes de dar una respuesta definitiva sobre si le interesaba estar interna o no quería hablar primero con su hermana y con los señores de la casa en la que vivía.

Yo le miré a mi hermana. No se nos había ocurrido que Giuliana fuese a solicitar tener libre el fin de semana. Y puesto que era mi hermana quien iba a estar allí durante los fines de semana, yo no dije nada, sólo le miré a la cara indicándole que hablase ella en primer lugar.

Para mi sorpresa, mi hermana aceptó las condiciones de Giuliana. A continuación me dirigí a mi hermana proponiéndole que nos turnásemos algunos fines de semana para que ella pudiese salir algo. Ella me atajó rápidamente diciendo que no. Como resultado: Giuliana iba a estar interna en casa de mi madre durante los días en que yo estaba allí, e iba a librar justamente los días en que estaba mi hermana. Yo era quien consideraba que no era necesario tener una persona interna en casa. Mi hermana quien consideraba que era necesario. ¡Un despropóssito de situación!.

Un rato más tarde pasamos por delante de la puerta de la habitación donde estaba la bolsa con los regalos de reyes. Se extrañó de verlos aún allí y me preguntó, ¿Cómo no te los has llevado ayer, cuando fuiste a tu casa?. Yo le dije: «Lo siento, pero no quiero tus regalos. Lo único que quiero de ti es que me trates con respeto». Esta respuesta le dejó helada. A continuación, comenzó agresivamente a decir algo sobre que ya sabíamos que esto iba a ser muy duro y… Le corté la perorata diciéndole que no quería oír nada más. Que prefería que mantuviésemos las condiciones de turnos que habíamos pactado y limitar nuestro contacto a lo imprescindible. Algo así creo que le dije, acompañado de un gesto con las manos delante del pecho, diciendo «basta ya», hasta aquí hemos llegado y no más. Este fue un punto de inflexión en nuestra relación.

Al día siguiente mi hermana llamó por teléfono para preguntar cuando empezaría Giuliana interna. Me pilló por sorpresa la pregunta. Yo no le había preguntado a Giuliana sobre ello y Giuliana ya no estaba allí. Mi hermana soltó un par de improperios. Al siguiente día le pregunté a Giuliana, me dijo que empezaría el siguiente lunes. Le envié a Rebeca un mensaje al móvil. No tenía ganas de aguantar mas malos modos.

Regalos envenenados

8 de Enero de 2010

Tenía un problema urgente que resolver. ¿Cómo podría estar el domingo en Hendaya con mis hijos y en Algorta con mi madre a la vez, teniendo en cuenta que distan 130 km? O bien solicitaba a Juana  (cuidadora habitual de mis hijos) que se hiciese cargo de los niños ese domingo, o bien solicitaba a Giuliana (a quien habíamos contratado para ayudarnos con mi madre) que cambiase ella su día libre y se quedase el domingo con mi madre. No me pareció justo para mis hijos dejarlos el domingo sin ninguno de sus padres, así que el viernes 8 hablé con Giuliana y le propuse que esa semana me hiciese el favor de cambiar su día libre, coger el sábado en lugar del domingo, y así yo podría ir el domingo a mi casa a estar con mis hijos, hacerles la comida, estar con ellos unas horas, y volver a Bilbao. Giuliana me dio el OK. Envié a mi hermana un mensaje por el móvil: «he solucionado el domingo. Dime cuando vamos a hablar de cómo seguiremos a partir del lunes».

Ese mismo día por la tarde, sobre las 4:30 se presentó en casa. Entró quejándose en mal tono de que venía sin comer, de que había tenido que salir de casa a las 7 de la mañana porque sino el atasco,….. Giuliana y yo le mirábamos inexpresivas escuchando esa perorata de quejas que parecían culpar a alguien indeterminado de que le fastidiase a ella la vida…… «¿Y por qué has venido ahora y sin comer?» le pregunté. «Porqué tú me has enviado un mensaje para que viniese a hablar de cómo seguir desde el lunes», me respondió con el mismo mal tono de echaculpas que había empleado en la previa retahíla de quejas. «Yo te he preguntado cuando podíamos hablarlo, no te he dicho que vinieses ahora, y menos aún sin comer. Pero ya que estás aquí, vamos a hablar».

Comenzó ella. Me dijo que consideraba que era mejor tener interna a Giuliana. Le dije que bien. Anteriormente habíamos hablado sobre este tema, y había sido yo quien, por diversas razones, paraizaba el planteamiento de coger una persona interna. Pero en estas circunstancias, en que ella iba ya a empezar en Bilbao con un horario de tarde, consideré que el planteamiento de tener una persona interna era el mas razonable.

Comenzó ella proponiendo que yo estuviese de lunes a viernes, y ella de viernes a lunes. Lo primero que me vino a la cabeza fueron los reproches del día anterior, cuando a gritos me echaba en cara que no había tenido ni un solo fin de semana libre en dos meses y que yo le iba a fastidiar el único que tenía. Me guarde mi pensamiento para mí misma y le pregunté si no le parecía muy duro no tener ningún fin de semana libre. Me dijo que era lo que ella prefería, ya que para trabajar necesitaba dormir bien y estar en condiciones anímicas razonables, y eso no era posible en casa de mi madre. Entendí su razonamiento: tras diez años en paro, en septiembre le salió un buen trabajo, y en enero tuvo que pedir el traslado para incorporarse a un nuevo equipo,…. Entendí que para ella fuese extremadamente importante poder realizar el trabajo en buenas condiciones. No obstante, si bien entendía su interés, su propuesta me ponía a mí en una situación muy dura: tenía que ser sólo madre de fin de semana y además tampoco veía fácil reincorporarme al trabjo en eesas condiciones, estando toda la semana en casa de mi madre, donde la tranquilidad anímica era imposible y se dormía mal… eso cuando se dormía.

Le dije que yo quería reincorporarme al trabajo, como tarde a mediados de febrero, y que si yo me reincorporaba al trabajo me encontraría en una situación similar a la suya. Ella comenzó a cabrearse y, si bien no gritó, su tono empezó a ser enojado y su lenguaje descalificador: dijo que al menos su propuesta era sensata no como la locada que le había propuesto yo, donde había que pasar cinco noches seguidas en aquella casa, que no había quien las aguantase.

La verdad es que yo había elaborado una propuesta de distribución de tiempos, pero no recordaba ni siquiera habérsela pasado a ella. Posiblemente se lo comenté en alguna conversación telefónica en la semana previa. La propuesta estaba preparada de modo que yo pudiese compatibilizar mi errático trabajo con la estancia en casa de mi madre. Se trataba de una distribución que, cuando se miraba por encima parecía complicada, pero no lo era. En un semana una hacía 5 noches y la otra dos, y a la semana siguiente era a la inversa. Tenía la ventaja de ser una distribución equilibrada ya que, por un lado ambas pasaríamos el mismo número de noches en casa de mi madre, y por otro lado las dos dispondríamos de los fines de semana alternos libres.

En ese momento no recordaba cuando ni como le había hecho llegar esta propuesta a mi hermana. Ni tampoco lo recuerdo ahora. Pero a juzgar por su comentario, se la había hecho llegar.

La tachó de locura. Me dirigió un par de comentarios sarcásticos sobre si yo estaba bien de la cabeza por proponer semejante cosa. Le indiqué cuales eran las bondades de mi propuesta: reparto equitativo del tiempo y de los fines de semana. Ella dijo que aquello ella no lo aceptaba porque le parecía una locura pasar cinco noches seguidas en casa de mi madre en esas condiciones. Hablamos de otras posibles propuestas más equitativas en cuanto al reparto de nº de noches, pero a todas les sacaba «peros»…. «….claro, soy yo la que tengo que empezar la semana aquí y joderme el inicio semanal de trabajo….».Finalmente me dijo que si yo no aceptaba la propuesta que ella me había hecho al inicio de nuestra conversación, lo único que ella iba a aceptar era trasladarse con Ernesto a vivir en casa de mi madre, teniendo a Giuliana interna, y que yo fuese «de visita» a ver a mi madre.

Esto, como todo lo demás en esa conversación, lo dijo en un tono amenazante. A mí no me sonó a alternativa a evaluar, sino a ultimátum con coacción. Es decir «o aceptas mi propuesta, o te vas a enterar de lo que vale un peine». Y la parte crucial por la cual yo lo interpreté como un ultimátum con coacción eran las últimas palabras de la frase: Yo podría ir «a visitar» a mi madre a su casa. No podría ir a quedarme unos días con ella. No podría quedarme a dormir si lo necesitaba. Yo estaría «de visita». Teniendo en cuenta que la semana anterior mi hermana comentó que no entendía a las personas que «van de visita» sin llamar y preguntar previamente si es el momento adecuado para ello, y que en el último mes yo recibía habitualmente malos modos, mal tono, vagas acusaciones variadas y gritos iracundos, mi respuesta mental a su oferta-ultimátum era, obviamente, que no lo aceptaba.

Respondí con una pregunta: «¿Hay algún interés o motivo especial para trasladarte aquí?». Me respondió con sarcasmo, «Sí. Todo el del mundo. Te lo puedes imaginar. Es lo que más me apetece». Tras esta respuesta, y dado que no veía posible avanzar de ninguna manera, claudiqué y acepté la distribución en la que yo estaría de lunes a viernes y ella de viernes a lunes. Pero, le dije que la aceptación era provisional, mientras yo no me incorporase al trabajo, porque cuando me fuese a reincorporar al trabajo deberíamos renegociar nuevamente los términos.

A continuación, comenzamos a hablar sobre las condiciones que le íbamos a proponer a Giuliana por estar interna. Este tema suavizó mucho el tono de la conversación, y enseguida pasó a ser un tono normal cooperativo. Convenimos que tuviese el domingo y un día entre semana libre. Quedamos en que hablaríamos con Giuliana sobre el tema el siguiente lunes, día 11. Y mi hermana decidió que la siguiente semana, en vez del viernes me relevaría el jueves.

Cuando finalizamos la conversación Rebeca estaba contenta y de buen humor. Como si la bronca del día anterior, la discusión de hacía un rato, su trato y sus ultimátum no hubiesen existido. Yo, en cambio, estaba quemada y deseando perderla de vista.

Cuando ya salíamos del despacho me señaló una bolsa con regalos que había en el sofá. Me dijo que eran para mí y mi familia. Creo que murmuré gracias, pero la verdad es que no se si lo dije. La bolsa había estado allí desde el día de Reyes, presente, a nuestro lado en las dos discusiones terribles que habíamos tenido en los dos días. Ver aquellos regalos me recordaba la horrible situación del día anterior, y también la de ese día. No quería ni oír hablar de ellos. Me parecían regalos envenenados.

Los reyes magos

7 de Enero 2010, jueves

El día de reyes, miércoles 6, Javier me dijo que el domingo día 10 tenía una reunión anual a la que no podía faltar. Me quedé preocupada porque mi hermana llevaba 6 días seguidos con mi madre y no me parecía un buen planteamiento decirle que el domingo yo no iba a poder estar allí….pero no tenía ninguna otra opción. Alguien debería estar con mis hijos ese día, y si no podía ser su padre tendría que ser yo.

Volví a casa de mi madre el jueves 7 de enero en vez del día 8 en que habíamos quedado. Cuando entré en casa, me dijo con sorpresa y buen tono, «¿Pero qué haces tú aquí hoy?. Era mañana cuando debías venir. Tenías que estar jugando con tus niños». «Mis niños han empezado en la escuela hoy, así que he venido», le dije. Fuimos a una habitación a hablar de cómo organizarnos en adelante. Me preguntó hasta cuando me iba a quedar y le dije que tenía un problema el domingo porque Javier tenía un compromiso y debía ir a mi casa con los niños, pero que aparte de eso podíamos……. No pude acabar la frase. Se le cambió el tono de la cara y comenzó a gritar airadamente:

«Pero tú de qué vas?. No me estarás diciendo que has venido hoy para irte pasado mañana? Llevo aquí una semana y tú te vienes de paseo, o qué?. No he tenido un solo fin de semana libre en dos meses y no puedes quedarte ni siquiera este!. Ya veo lo que tú querías decir con eso de que organizaríamos el calendario cuando vinieses después de reyes. Esto es lo que querías decir, ¿verdad?, que ibas a venir cuando quisieses, y pasar de todo y de todos, ¿no?. Solo piensas en tu interés. Vienes cuando te da la gana, como hoy que has venido en vez de venir mañana como habíamos quedado, …. Y te vas cuando te da la gana…………………».

No soy capaz de recordar la inmensa cantidad de reproches que pudo gritarme a la cara. Pero recuerdo muy bien que entre éstos me reprochó con mucha ira y rabia que le hubiese avisado urgentemente un día de Noviembre para que volviese de Donostia a la clínica porque creí que mi madre se moría. Ese día el médico me decía que la muerte de mi madre podía ser inminente. Y yo veía a mi madre completamente ahogada. Fue una falsa alarma. Pero eso solo lo sabes a toro pasado, ¿verdad?. Y mi hermana me lo reprochaba ahora con una ira desbocada, gritando y gesticulando, crispada, «Hacerme llamar en aquella ocasión. Eso no se hace, ¿Me oyes?. Eso no se hace!». Y seguido decía, «Y ahora pretendes hacer lo que te da la gana y largarte el sábado, Tú de qué vas!. Para un fin de semana que voy a tener en dos meses!». Todo ello gritando y con una ira completamente intimidante. Yo estaba anonadada. Por un lado me parecían totalmente injustos los reproches de egoísmo e interés que me achacaba, cuando era yo quien había pasado más de 70% del tiempo de atención a mi madre, había cogido la baja del trabajo y estaba viviendo a 130Km de mi familia. Y por añadidura, ella no había añadido un solo reproche concreto, definido, que no fuese genérico, ni una sola actuación o decisión concreta que le hubiese molestado……. excepto ese delirante reproche de que le hubiese avisado cuando creía que mi madre se moría. Por otro lado, yo estaba intrigada y asustada por el terrible estallido de ira que estaba teniendo y pagando conmigo. No sabía de donde podía salir toda aquella ira acumulada.

Al principio estuve callada, después en tono sumiso le dije que me parecía injusta en sus reproches y acusaciones de egoísmo. También le pregunté cómo se habría sentido si aquel día nuestra madre hubiese muerto y yo no le hubiera avisado. En tono casi de súplica le quise explicar que mis hijos no tenían a nadie que se hiciese cargo de ellos el domingo ya que la única familia adicional que tenían era ella. Pero no pude acabar esta explicación porque empecé la frase diciendo: «Rebeca, es que tengo dos hijos que……» y no pude acabarla ni dar el resto de la explicación. Ella saltó (literalmente, se levantó de la silla casi con un salto) gritando, enojadísima, fuera de control, «Claro!. Tú te has creído que porque tú tienes dos hijos yo no tengo a nadie, ¿verdad?, y que por eso no tengo que tener vida propia y tengo que joderme aquí, ¿no?……..». Y siguió gritando y acusándome de solo ver mi interés, y no sé de cuantas cosas más. La frase con la que inicié esa explicación resultó haber sido realmente nefasta, como si hubiese abierto la caja de Pandora. Al final, no aguanté más su discurso acusador y logró hacerme saltar enfadada. Recuerdo haberle dicho la frase: «vale, ya has conseguido lo que te proponías, hacerme saltar.». Afortunadamente, únicamente hice hincapié en lo injusto de sus acusaciones y me pude controlar sin enzarzarme con ella en explicaciones inútiles ni en acusaciones mutuas. Recuerdo haberle dicho, enfadada pero sin gritos ni salidas de tono: «Te propongo otro plan: Yo estoy aquí el domingo y tu vas a Hendaya a cuidar de mis hijos.». No recuerdo cómo acabó la discusión, pero el resultado fue que no quedamos en solución alguna para el domingo y que no hicimos ninguna propuesta de cómo nos organizaríamos desde el siguiente lunes, 11 de enero, en adelante. Mi hermana salió por el pasillo gritando y se fue de la casa con muy malos modos.

Tras esa terrible descarga de ira y malos modos, de acusaciones injustas, llegué a la conclusión de que yo había tocado fondo. Decidí que iba a evitar en todo lo posible el contacto con mi hermana ya que no tenía la suficiente seguridad de que yo pudiese seguir aguantando sus provocaciones y ataques de ira sin estallar yo también. Además, a mi hermana le importaba un pepino gordo montar una terrible escena delante de mi madre. En esta ocasión mi hermana había gritado y gesticulado por toda la casa. No le importaba lo más mínimo el efecto que podía estar causando en mi madre. Mi madre no dijo nada.

El balance al que llegué ese día, 7 de enero, era que en las tres semanas que llevábamos allí había compartido con mi hermana muy pocos ratos. Y de esos pocos ratos, en al menos la mitad, mi hermana me había tratado con mal tono y malos modos desde el mismo instante en que entraba por la puerta. Yo lo había aguantado sin responder porque me parecía indigno hacerlo delante de mi madre, en el estado en que estaba. Rebeca había empleado conmigo un lenguaje indirecto insidioso, que me hacía sentir que ella me culpaba de hacer las cosas mal, en genérico, sin ninguna acusación o información concreta. Y ahora, para poner la guinda al pastel, me tachaba de interesada y egoísta, cuando era yo quien había estado cuidando de mi madre durante al menos el 70% del tiempo, y en las peores condiciones personales, a 130 km de mi familia y mi casa, y cogiendo una baja ficticia.

¿Cuál sería el siguiente estallido?. ¿Qué lo provocaría?. ¿Cómo lo escenificaría? Mi hermana no se «cortaba un pelo» porque mi madre estuviese oyéndolo o viéndolo todo con un disgusto terrible. Yo no podía seguir aguantando una situación agresiva que iba claramente in-crescendo, y para cuya solución la estrategia del aguante y la sumisión habían demostrado ser claramente inservibles. Por añadidura, tratar con mi hermana era como tratar con dos personas en un mismo cuerpo, y nunca sabías si quien iba a responder era el Dr. Jeckill, o sería Mr Hide.

En puertas de la Navidad

No recuerdo ningún estallido iracundo, ni malos modos o lenguaje abusivo durante las dos semanas alrededor de la Navidad y de la Nochevieja. Pero recuerdo que en las pocas ocasiones que estuve con mi hermana yo medía mucho mis palabras, y esperaba a ver «por donde respiraba» antes de iniciar una conversación. No sabía si en un momento dado iba a contestar bien o mal, o si cualquier comentario le provocaría un estallido iracundo o me lanzaría un comentario desagradable. De estas semanas recuerdo algunas salidas de tono por tonterías, como cuando se estropeó el teléfono inalámbrico y en tono agrio acusó en genérico «ya sé yo cómo trata la gente por aquí las cosas. Así es como se estropean«. Recuerdo también que me dio la impresión de que no le gustó que yo me adelantase a la navidad y le comprase a mi madre una manta de sofá como regalo. Vi la manta por casualidad en un escaparate, al pasar por delante de la tienda, e inmediatamente pensé en que a mi madre le iba a gustar porque era muy cálida y agradable, así que no lo pensé dos veces y la compré. «¡Vaya. Regalos adelantados!. Pero ama ya tenía esa otra manta de sofá.», añadió en tono reprobatorio señalando otra manta y dando a entender que le parecía improcedente el gasto.

De esa semana prenavideña, tengo grabado un detalle que me resultó «chirriante»: Yo, en mi fuero interno, me sentía (y aún me siento) muy agradecida a Ernesto porque durante el mes que habíamos pasado en la clínica, básicamente pasamos él y yo las noches de lunes a sábado turnándonos, él una noche y yo la siguiente. De hecho, él pasó más noches que yo porque el fin de semana también hacía la noche del domingo. Sé que él es la pareja de mi hermana, que quería a mi madre, y que hizo esas noches por ayudar a mi hermana y a mi madre. Pero yo sentía que a quien en realidad había hecho el favor pasando todas esas duras noches en la clínica era a mí, ya que de no ser por él las tendría que haber hecho yo puesto que en ese momento no había nadie más que pudiese hacerlas. Cuando a mi madre le operaron de cáncer de colon, cuatro años antes, pasamos un mes en la clínica, del cual me tocó estar allí cinco noches a la semana. Acabé rota. Por ello, lo que Ernesto había hecho en esta ocasión me pareció un inmenso favor personal, aunque su intención al hacerlo no hubiese sido el ayudarme a mí. Además, había sido agradable tratar con él. Así que, cuando oí por la radio que el Sr Patxi Lopez se había sacado de la chistera el tema del bono-cultura inmediatamente pensé en comprar uno para regalárselo a Ernesto como detalle de agradecimiento. Lo compré y lo guardé para dárselo.

No había vuelto a ver a Ernesto desde el día 12, y eran ya navidades, así que le di a mi hermana el bono y le dije que era para Ernesto, que se lo diese como agradecimiento y regalo de navidad. Ella me miró con un gesto difícil de interpretar, entre escéptico y ofendido, mientras le comenté que se trataba de un bono-cultura. Me dijo que yo no tenía nada que agradecer a Ernesto, que él lo había hecho por nuestra madre, no por mí. Yo le dije que aunque así era, me había hecho un gran favor ya que nadie más podría haberme relevado esas noches de clínica. De repente, cayó en la cuenta de que yo le había dicho que era un bono cultura, se le cambió el gesto de la cara por uno de alegría y dijo, «¿qué dices que es?, ¿un bono-cultura?, Ah!, que bien!«. No hizo ningún comentario más. Guardó el bono y nunca supe si se lo había dado a Ernesto, en qué lo gastaron, o qué ocurrió. Me resultó muy rara su reacción ante la situación de que te den un detalle de agradecimiento para tu pareja.

Otro detalle que me resultó «chirriante» ocurrió en una conversación telefónica. La víspera de Nochevieja, por teléfono, Rebeca me dijo que iban a ir a Arrate, a casa de unos amigos, donde había un plan que no le gustaba nada. No iba a disfrutar. Iba a ser horrible porque los amigos de sus amigos eran espantosos. Una gentuza embrutecida. Lo repitió tanto y lo puso tan horrible que me pareció fuera de lugar. Nadie está obligado a pasar una Nochevieja en una actividad social en la que cree que va a sufrir en vez de disfrutar. Siempre se puede buscar una excusa para no ir. Y en su caso la excusa era bien sencilla teniendo en cuenta la situación familiar que llevábamos encima. No le dije nada de todo esto, y por teléfono le animé a que disfrutase de la comida, de la bebida y de todo lo que pudiese disfrutar. Me ofrecí a comprarle la comida para año nuevo, y así lo hice.

Pasé la Nochevieja con mi madre. La última Nochevieja de su vida. Ella y yo solas. Bebimos champán y comimos turrón en vez de uvas. Y nos besamos y nos abrazamos.

Llegó el Año Nuevo. A las 14:00 vinieron Rebeca y Ernesto. Nos felicitamos el año y tuvimos la típica conversación intrascendente que se puede esperar sobre la noche anterior. Quedamos en que cuando volviese, el 8 de enero, hablaríamos de una propuesta para abordar el periodo pos navideño.

Suave y frío Diciembre

19 de Diciembre, sábado

El lunes, 14 de diciembre, volví a casa de mi madre, donde estuve hasta el sábado 19 a media mañana. La semana fue dura. Mi madre estaba muy nerviosa. Era una mujer muy cabal e inteligente, y era consciente de que estaba muy mal. Ni mi hermana ni yo le habíamos comunicado el resultado que los médicos nos dieron. Y los médicos tampoco le habían comunicado nada a ella. Así que, como ella era muy inteligente sumó 2+2 y sacó sus propias conclusiones: si no le decían nada, y además la enviaban a casa con una botella de oxígeno y sin casi poder andar, lo que tenía era gravísimo y no iba a superarlo. Pero en estas fechas ella todavía estaba llena de energía. Peleona y mandona, como siempre. Y sobre todo caprichosa con las comidas. Pero no voy a hablar de ello, aunque la verdad es que recordar la multitud de historietas sobre la convivencia en esta etapa de mi vida sería mucho más agradable y divertido que escribir lo que estoy escribiendo. Convivir con mi madre en sus últimos 5 meses, y con una chavalita ecuatoriana de 20 años, ha sido una experiencia vital importante y fructífera. Convivencia neta, a tiempo completo, sin otra actividad u objetivo que hacerle compañía a mi madre y ver pasar el tiempo. Una lección de amor para mi corazón.

Pero ahora toca hablar de Rebeca. Es una medida de sanidad mental para mí misma. El resto puede esperar.

El sábado llegó mi hermana. Sola. Esa semana nos habían traído la máquina del oxígeno, la cual sustituía a las botellas que provisionalmente nos instalaron el día que nos enviaron a casa. Rebeca entró por la puerta con cara de malhumor y las primera palabras que dijo fueron: «El oxígeno, ¿donde está la máquina?. ¿Cómo funciona?». Así, a bocajarro, en tono seco, cortante y mandón, acorde con el gesto que traía en la cara. Sin siquiera un primer saludo, un hola, o buenos días. Yo le dije en tono suave que no se preocupase, que había que mirar varias cosas más aparte del oxígeno. Me dijo cortante, pero mucho más suave: «pero tú te tienes que ir a tu casa«. Le contesté que había varios temas más a chequear con ella (medicación, baño, etc), y que prefería traspasarle todos los temas con tranquilidad e irme cuando todo estuviese claro. Hablé midiendo mucho mi tono y mis palabras. No quería que ella malinterpretase mis palabras, o aún pero que malinterpretase mis intenciones. Y poco a poco, según chequeábamos cada tema, su tono se fue suavizando y volvimos a despedirnos con un beso y en buen tono. Me fui a mi casa para regresar el lunes 21.

No sé en qué momento fue, pero muy posiblemente fue ese viernes en el que me propuso el calendario para turnarnos a atender a mi madre en las fiestas de Navidad. Me propuso que yo me quedase desde el lunes 21 hasta el jueves 24, día de Nochebuena, cuando me iría a mi casa para regresar el lunes 28 y quedarme hasta el viernes día 1. Ella vendría el día 1 de enero y se quedaría hasta el viernes día 8, cuando yo volvería.

Le comenté que me parecían muchos días seguidos para ella, pero me insistió en hacerlo así. Como no quería provocar una malinterpretación, o una salida de tono, lo mejor era no llevarle la contraria, así que acepté su propuesta en la totalidad.

Previsiblemente, para principios de enero a ella deberían haberla trasladado a Leioa, por lo cual decidimos posponer las propuestas y decisiones sobre qué hacer a partir de enero, hasta después de que pasasen las fiestas. Todo esto lo hablamos en buen tono, sin problemas, sin ninguna acritud o lenguaje indirecto.

Todo empezó el sábado 12 de diciembre

12 Diciembre 2009, sábado.

Todo empezó el sábado 12 de diciembre. El viernes 11 nos habían enviado a casa desde la clínica. Un día bastante duro y liado. El traslado, el oxígeno, organizar todo, los nervios de mi madre,…. Ese sábado yo estaba muy cansada y tenía ganas de ir a mi casa. Durante esa semana había estado durmiendo en la clínica un par de noches, y dedicando el poco tiempo libre que tenía a comprar una cama articulada que nos garantizasen que la instalarían en casa de un día para otro. Por añadidura me dolía el tobillo por culpa del esguince que me había hecho dos semanas antes, y que no pude tratar cuando debía haberlo hecho. El sábado vendrían mi hermana y Ernesto a sustituirme en casa de mi madre, y yo podría ir a mi casa, en Hendaya, a 130 Km, para volver el lunes por la mañana de nuevo a casa de mi madre. Eso había sido lo que llevábamos haciendo desde mediados de noviembre, yo me hacía cargo de lunes a sábado y mi hermana el sábado y domingo. Ella no podía permitirse coger un baja en ese momento laboral.

Habíamos pasado un duro mes en la clínica. Ernesto y yo nos turnábamos cada noche de lunes a viernes, y Rebeca la noche del sábado. Pero lo más duro no eran las noches, sino los días, ya que había que acompañar a mi madre todo el tiempo durante el día, sino se agobiaba mucho. Y tampoco éramos mucha gente para repartir el tiempo durante el día. Así que había sido un mes en el que no tuve prácticamente tiempo propio. Afortunadamente, esa semana de diciembre le habían confirmado a mi hermana que la trasladarían de Donostia a Bilbao a principios del 2010, con lo cual yo podría retomar algo de mi vida y pasar con mi familia algo más que el día y medio a la semana que venía siendo habitual en el largo mes pasado. La verdad es que a ella no le hizo ninguna ilusión ni gracia solicitar ese traslado. Le gustaba el ambiente de trabajo en Donostia, y había estado pensando acerca de la posibilidad de alquilar algo en un pueblecito de Iparralde e irse a vivir allí con su pareja.

Como estaba muy cansada, ese sábado pensé que sería mejor ir en autobús a casa. Miré los horarios de autobuses y vi que sólo podía coger el de las 2 del mediodía. Hacia las 12 del mediodía llamé a Rebeca, mi hermana, para decirle que estaría bien que se pasase hacia la 1 para poder darle «el parte» antes de irme. No recuerdo lo que hablamos, pero estaba de malhumor. Había regresado de Donostia la noche anterior en el autobús de las 10:30 de la noche, como todos los viernes, y según parecía no se había levantado de buen humor ese día. Me habló en mal tono. La verdad es que sus despertares son habitualmente malhumorados, o mejor dicho, ese es el recuerdo que yo tengo de ellos, desde la adolescencia. Me quedé con mal regusto tras esa conversación. El tono de mi hermana era muy desagradable y faltón.

En diez minutos pensé que para un día y medio que iba a estar en mi casa iba a perder demasiado tiempo si iba en bus. Decidí ir en coche. Llamé nuevamente a mi hermana para decirle que iba a ir en coche y que por tanto podía tomarse la mañana con más tranquilidad. Cuando descolgó no me dio tiempo de decir nada. «¡Joder! ¿Qué ostias quieres ahora?. ¿Es que no voy a poder ni desayunar?«. De mi interior salía la mala uva que acompaña a que te traten de semejante manera….pero me mordí la lengua y en lugar de colgarle o responderle acorde a su tono, le pedí disculpas por molestarla dos veces en menos de media hora y le dije que finalmente iría en coche y que podía tomárselo con más tranquilidad. Me colgó tras soltar otro bufido.

Rebeca y Ernesto llegaron a casa de mi madre. Entraron por la puerta a la cocina y Rebeca, malhumorada, comenzó a guardar algunas cajas de leche en un armario bajo de la cocina. Yo le quise decir que no hacía falta que lo hiciese, que lo dejase, que ya lo haría yo. Pero me temo que no lo logré porque antes de acabar la primera parte de la frase mi hermana giró la cabeza hacia mí y con una gran ira y enojo me gritó: «Deja ya de dar órdenes, Joder!.Siempre dando órdenes!. Llevas toda la puta mañana dando órdenes!». Me quedé sin palabras, sin acabar la frase, dolida, sorprendida y sobre todo enfadada. Me tragué la mala leche que me salía de dentro, y le dije «Así no. Si esto va ser así, aunque me dolerá mucho, de seguir por este camino nos comunicaremos por escrito«. Añadí en tono suave «No sé cómo puedo haber estado dando órdenes toda la mañana si acabáis de entrar por la puerta y no hemos intercambiado más de 10 palabras«. Miré a Ernesto, quien había estado a su lado de pié en este estallido, y le dije «Ernesto ¿Qué he hecho mal?». Él me miró con cara de circunstancias e hizo un gesto con la cara que yo interpreté como, «déjala, que está de mal café pero ya se le pasará». Un rato después se le había pasado la mala uva y nos despedimos con buen tono y un beso. En ningún momento se disculpó por la salida de tono brutal anterior. Yo hice borrón y cuenta nueva.

La verdad es que este estallido iracundo no era nuevo para mí. Cuatro años y medio antes tuvo una escalada de comportamientos de este tipo cuando mi madre estuvo ingresada para operarla de pólipos en el colon. En aquella ocasión acabamos con una discusión terrible a grito pelado, con mi madre postrada en la cama pidiéndonos que nos entendiésemos. El motivo de la discusión era el modo en que ella me trataba, con lenguaje insidioso. Aún hoy siento vergüenza al recordar el espectáculo que dimos. Aparte de mi madre, creo que toda la planta de la clínica, incluidos médicos y enfermeras, oyeron nuestros gritos. El caso es que, ni entonces ni hoy, he sabido porqué mi hermana me trataba así, de qué me acusaba, qué era lo que yo estaba haciendo mal. Sus acusaciones y gritos no incluían ninguna información concreta sino generalidades y juicios de valor sobre mí (contra mí). En aquel entonces, pasamos una temporada sin vernos ni hablarnos, sin coincidir en la clínica. Al cabo de un tiempo decidí archivar el asunto considerándolo una salida de tono por el stress que mi hermana podía estar sintiendo en la situación de aquel momento, y comenzamos a tratarnos normal nuevamente. Tampoco entonces hubo ni una disculpa o explicación sobre sus salidas de tono y gritos.

Extraño razonar

A principios de Noviembre mi madre se sentía mal. Tenía un pulmón encharcado y la ingresaron en la clínica de la Virgen Blanca para desencharcárselo y evaluar lo que ocurría.

Durante los primeros 4 ó 5 días que estuvo ingresada no pude visitarla en el horario de visita de los médicos, por lo cual les preguntaba a ella y a mi hermana acerca de lo que éstos opinaban. Según ambas me respondían, tanto juntas como por separado, los médicos decían que no sabían porqué se le había encharcado el pulmón, y que debían analizarlo.

Yo estaba nerviosa, la incertidumbre me resulta difícil de llevar. Finalmente, al cabo de cinco días, pude visitar a mi madre en horario coincidente con el de los médicos, quienes habitualmente pasaban hacia la 1 del mediodía.

A las doce del mediodía mi hermana y yo decidimos bajar a tomar un café. Por el pasillo le comenté, “un café rapidito, por si los médicos pasan pronto, que quiero oír lo que tengan que decir”. Ya entrando en el ascensor, mi hermana me dijo “no quería decírtelo así, pero los médicos me dijeron que el líquido que le habían sacado del pulmón es malo, que es oscuro y que no tienen dudas de que es malo, aunque han enviado a hacer una analítica para confirmarlo”.

Lo sabía hacía varios días. Nunca he logrado entender qué considera mi hermana un momento y un modo adecuado para comunicar una noticia de este tipo. No dije nada. Simplemente pensé que mi hermana tenía un concepto raro de la oportunidad e inoportunidad.

He venido

Hendaya, a 26 de Marzo de 2010:

Javier me ha pedido que escriba todo lo que recuerde de estos tres meses largos en que he estado en casa de mi madre. La llamada telefónica que le ha hecho mi hermana esta mañana ha servido para hacerle entender y sentir todo lo que yo he intentado transmitirle y contarle durante todo este tiempo infructuosamente. Su mirada de incomprensión se ha transformado en mirada de preocupación.

No sé si es buena idea recordar, y esforzarme en recordar, todos los episodios que tanto me han acabado dañando, pero dado que no que no tengo ni idea de cuál puede ser el siguiente movimiento de mi hermana ni en donde va a acabar todo esto, voy a hacerlo. Quizás me sirva para dárselo al psicólogo, o quién sabe si puede venir bien para cualquier otra cosa.